Se puede soñar y ser visionarios positivos en nuestros días, sí lo somos de nuestros propios y nativos sueños y visiones; no del sueño americano con la visión de sus dólares, euros o libras esterlinas, sino por la fe en un solo Dios y Jesucristo eternos en los cielos, y trabajando la tierra que nos dio: bendecida, pródiga y ubérrima.
El sueño americano provino de la bendición de Dios y su Amor (ígape), sobre los peregrinos llegados de Inglaterra, los cuáqueros de Jorge Fox; que desarrollaron un gran país con el abono cosmopolita de emigrantes de otras naciones que ahora con violencia, se les rechaza de los Estados de América.
Aquel amor del norte de donde vino la dorada claridad de Dios, se ha extinguido. Las ráfagas de vientos fríos del racismo y el odio yanqui que están presentes en la acción migratoria de su Gobierno lo apagaron; las redadas de deportados y el daño a sus hijos y familias, duele mucho en el resto de este continente que nos es común a todos, porque el mismo Dios nos unió en él por la geografía, y los efectos de la naturaleza cualquiera sean.
¿Pero por qué soñar subsidios de EE. UU. y otros países por esto, lo otro y aquello como si nos los debieran? ¿Por qué poner esperanzas en caminos, suelos y gentes repulsivas que certifiquen si merecemos o no sus mercedes? Ellos ¡Le están fallando al Altísimo! Y por eso La Palabra de Verdad les dice: «Â¡He aquí que Dios es grande, pero no desestima a nadie; es poderoso en fuerza de sabiduría.».
Los Estados Unidos de América, es suicida de «su propia nacionalidad». Siembra el terrorismo en su contra dentro y en los mismos patios que lo circundan y más allá; acaso esperando el tiempo o dándoles oportunidad de rectificar, para no correr el riesgo de Judas que entregó a su Maestro y «reventó de por medio al caer de su propia horca,» por no volver a Dios. Es aún tiempo de enmendar espiritualmente el camino, al llamado de: «Despierta además el oído de ellos para la corrección… que se conviertan de la iniquidad. Si oyeren, y le sirvieren, acabarán sus días en bienestar, y sus años en dicha. Pero si no oyeren, serán pasados a espada, y perecerán sin sabiduría». (Job 36: 5;10)
Los latinos tenemos que sacudir de nuestras cabezas el sueño americano. Quitar la vista de la dependencia extranacional en la esperanza de las riquezas de otras naciones para solucionar nuestros problemas. No mirar miserias ni estrechez en nuestros países, ni desmayar ante los números fríos de las estadísticas, y los alarmantes patrones de precios de los alimentos vitales que acogotan a las poblaciones, y acobardan en su solución a los pusilánimes que llegan a los gobiernos; sino activar nuestra fe y posibilidades en la Deidad Real que ama tanto a este Continente de la esperanza y a los que moramos en él.