La UE tiene previsto adoptar la próxima semana el plan de rescate para Irlanda y tratar de dar con la fórmula definitiva que devuelva la calma a los mercados, antes de que la desconfianza en la zona euro ponga en peligro el futuro de la moneda única.
Dos citas en Bruselas cobrarán especial importancia: la reunión el lunes de los 16 ministros de Finanzas de la Eurozona, ampliada el martes a los 27 de la Unión Europea (UE).
El grado de determinación que los ministros muestren para actuar frente a la crisis de deuda soberana en Europa contribuirá a orientar el comportamiento de los mercados, que esta semana reaccionaron muy fríos al plan aprobado para salvar el sistema financiero irlandés.
Los tipos de interés de las obligaciones de los países considerados más frágiles por las dudas que suscita su capacidad a reducir sus déficits, – Portugal, España e incluso Italia y Bélgica -, siguieron escalando, pese a la adopción del salvavidas para Dublín.
Sólo el anuncio del Banco Central Europeo (BCE) de que seguirá comprando obligaciones públicas e inyectando liquidez en los bancos logró al final de la semana un cierto efecto balsámico en las bolsas europeas y los mercados de deuda.
El BCE «continúa desempeñando un papel clave para garantizar la estabilidad financiera» de la Eurozona, admitió el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn.
Pero Europa deberá hacer más que depender de las acciones del BCE si quiere ahuyentar los temores de nuevos rescates en la zona euro, tras el adoptado para Irlanda y Grecia, éste último en mayo.
Así lo sugirió el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet.
Es «extremadamente importante» que las medidas que se adopten «sean proporcionales a los desafíos», conminó el viernes Trichet.
Reunidos en Bruselas, los ministros de Finanzas de la UE avalarán definitivamente el martes el plan de ayuda para Irlanda de 85.000 millones de euros, financiados entre los europeos y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A la vez seguirán con atención la presentación de los austeros presupuestos de 2011 en el parlamento irlandés, donde las divisiones políticas internas pueden dificultar su adopción, pese a que son una condición sine qua non para la activación del rescate internacional.
Paralelamente, los ministros continuarán «afinando y reforzando la respuesta» de Europa a la crisis actual, en palabras del comisario Rehn.
Diversos planes se rumorean en Bruselas, si bien todos apuntan a buscar más recursos económicos para evitar que la crisis de deuda soberana y su consiguiente tormenta en los mercados acabe arrastrando al euro.
Los Estados de la zona euro, que ya cuentan con un fondo de rescate de 440.000 millones de euros por un periodo de tres años y planean dotarse de otro permanente a partir de 2013, podrían aumentar su contribución o bien pedir la participación de los países de la UE no miembros de la unión monetaria.
Otra hipótesis, tampoco confirmada por fuentes oficiales, reside en que el FMI ponga a disposición de los 16 países una suma mayor que los 250.000 millones de euros que ya comprometió para casos de crisis.
La necesidad de pasar a la acción es en cualquier caso apremiante para frenar el encarecimiento de las obligaciones públicas de los Estados más frágiles, que podría asfixiarlos financieramente.
La «capacidad» de la Eurozona de «ser lo más eficaz posible, incluso cuando la cantidad» de recursos económicos «está en juego, es muy importante», aseguró Trichet.
No obstante, como la mayoría de responsables europeos, el francés negó que en esta crisis peligre el futuro del euro.
«Creo que tenemos una moneda fiable. No hay crisis del euro en tanto moneda», afirmó Trichet.
Para el semanario británico The Economist, que en su último número aboga porque se evite la muerte del euro, negar tales riesgos los hace todavía más peligrosos.
«El fin del euro no es impensable, solamente muy costoso. Al rechazar la posibilidad de que pueda pasar, los líderes europeos están fracasando a la hora de tomar las medidas necesarias para evitarlo», opina la publicación.