Un rompecabezas para los presidenciables


Postura. Barack Obama ha manifestado su rechazo a la guerra en Irak.

Cuatro años después de la decisión del presidente George W. Bush de invadir Irak, la guerra, muy impopular en Estados Unidos, se ha convertido en un rompecabezas para los pretendientes en la Casa Blanca en 2008.


Para la elección presidencial, «usted debe tener una posición sobre lo que será evidentemente un problema insoluble. Usted debe tener algo que decir sobre Irak», afirmó Stephen Hess, un profesor de ciencias polí­ticas y especialista en asuntos vinculados a la presidencia de la Universidad George Washington.

La guerra es «el asunto número uno» para los electores, y eclipsa todos los demás temas, ya sea la inmigración clandestina o el futuro de los recursos energéticos, estimó por su parte Eric Davis, profesor de ciencias polí­ticas del Middlebury College en Vermont.

No es solamente el costo humano o los miles de millones de dólares dilapidados en el esfuerzo de guerra que plantean el problema, es toda la cuestión iraquí­.

La opinión pública no ocultó su asombro tras la divulgación de un escándalo sobre el más prestigioso de los hospitales militares, acusado de descuidar a los heridos de guerra.

Recientemente, un ex alto responsable del gabinete del vicepresidente Dick Cheney fue hallado culpable en un asunto vinculado a la guerra.

Y la cuestión iraquí­ no desaparecerá. El presidente Bush ya anunció que la retirada definitiva de los soldados estadounidenses de Irak será una decisión de los próximos presidentes estadounidenses y gobiernos iraquí­es.

«Hay muchos temas de polí­tica interior que inquietan a los estadounidenses como la economí­a, la inmigración, el precio de los carburantes o la cobertura médica», dijo un ex portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan.

«Pero dentro de un año, si las cosas no cambian en Irak, entonces la guerra continuará dominando el debate en las primarias demócratas y en una menor medida en las republicanas», dijo McClellan.

Los pretendientes demócratas esperan conquistar la Casa Blanca contando con el profundo malestar de los electores frente a la guerra. Los demócratas obtuvieron el control de ambas cámaras del Congreso en noviembre pasado abogando justamente por el fin del conflicto.

La base del partido es resueltamente hostil a la prosecución de la guerra y son varios los militantes que piden recortar los fondos destinados a financiar el conflicto.

Pero esta última opción es rechazada por la mayorí­a de los legisladores demócratas en el Congreso y por la mayorí­a de la opinión pública estadounidense.

«Los demócratas desean evidentemente que los numerosos soldados estadounidenses dejen Irak lo más pronto posible», pero, al no disponer de la mayorí­a de los dos tercios en el Congreso necesaria para hacer frente a un veto del presidente Bush, están en un callejón sin salida, explicó Davis.

La base electoral republicana apoya la guerra en mayor medida que el conjunto de la opinión pública, lo que quiere decir que el próximo candidato republicano no podrá tomar demasiada distancia de la polí­tica de Bush, dijo por su parte Hess.

Y el riesgo, prosiguió, es ver al candidato republicano «incapaz de ganar la elección presidencial» en tanto la opinión general es profundamente hostil a la guerra.

«El único elemento que podrí­a invertir esta tendencia», estimó Davis, «es si la economí­a cae, si (el ex presidente de la Reserva Federal estadounidense) Alan Greenspan evoca el riesgo de una recesión, esto podrí­a hacer olvidar Irak».