Indí­genas mexicanos buscan vivir de los bosques


Imágenes de los eventos de la COP-16. FOTO LA HORA: AFP CRIS BOURONCLE

En el pueblo mexicano de Ixtlán de Juárez, en el estado de Oaxaca (sureste), invadido por el dulce aroma de pinos y bosque húmedo, indí­genas zapotecas buscan desarrollar un modelo de manejo de bosques que les permita vivir y preservar sus áreas verdes.


Programas como este son presentados por México en la cumbre de la ONU sobre cambio climático que se realiza en el balneario de Cancún (este), como un ejemplo para reducir las emisiones de gases que causan el efecto invernadero y al mismo tiempo combatir la pobreza.

Uno de los objetivos de la ONU es que los paí­ses ricos se comprometan a combatir la deforestación y a destinar fondos para mitigar la pérdida de zonas verdes, convirtiendo la preservación de bosques en moneda de cambio, mediante la forma de créditos de carbono.

En un aserradero de Ixtlán, hombres y mujeres operan una maquinaria que transporta los troncos antes de convertirlos en tablones.

«Lo primero que se busca es cuidar el bosque, porque el bosque es el que nos da trabajo a la mayorí­a», comenta Julio Garcí­a Gómez, operario del aserradero.

La comunidad se beneficia de un programa que incluye fondos estatales, mediante el cual se alienta la propiedad pero también la responsabilidad de los habitantes en el manejo del bosque.

El aserradero está a cargo de un comité de 390 personas que aprueban y supervisan a seis compañí­as dedicadas al negocio maderero: desde el transporte hasta la fabricación de muebles.

Esas compañí­as que se rigen según un modelo de socialismo de mercado, dan empleo directo a 300 personas e indirecto a 2 mil más, frente a un total de 5 mil habitantes que tiene la zona.

Lí­deres comunales aseguran que se reinvierte 30% de las ganancias anuales, que llegan a 600 mil dólares, en proteger los bosques.

Otro 30% es destinado al financiar la operación y el resto se distribuye en beneficios a la comunidad, incluyendo una caja de ahorro que otorga pensiones y préstamos con bajos intereses.

Y aunque se trata de un negocio de talar bosques y vender madera, se lleva un minucioso control de los árboles derribados y los replantados en un área de 20 mil hectáreas.

«Hay muchos árboles que la propia técnica nos dice que están viejos y no van a crecer más, no van a dar más», comenta Pedro Torres, presidente de la comisión de propiedad comunal. «Los árboles viejos ya no procesan el oxí­geno, ya no sirven para capturar carbono, tienen que ser árboles jóvenes», añade.

Expertos internacionales en materia forestal, creen que estos modelos de gestión comunitaria son más efectivos que cualquier otro esfuerzo contra la deforestación y para contrarrestar las emisiones de anhí­drido carbónico.

Pese a publicitados programas para plantar árboles, muchos de los cuales no sobreviven, y a la disminución los últimos cinco años en la tasa de deforestación, México sigue perdiendo bosques como resultado del deterioro y degradación de sus suelos.

Esa pérdida de zonas verdes representa alrededor del 10% de sus emisiones de gases de efecto invernadero.

De igual forma, aunque 70% de los bosques en México son administrados por comunidades locales, menos de la mitad cuentan con programas realmente efectivos de conservación.

Para que estos programas den resultados, es necesario cumplir condiciones, explica Iván Zúñiga, del Consejo Cí­vico Mexicano para la Sustentabilidad Forestal.

Deben quedar «bien claros los derechos de los propietarios, debe haber una organización para un buen manejo, transparentar ese manejo. Y otra condición es que haya una polí­tica que realmente genere capacidades y dé recursos para desarrollar ese manejo» de los bosques, dice Zúñiga.

La comunidad de Ixtla, que también administra hoteles, busca no depender tanto de fondos gubernamentales, al tiempo que sigue explorando mecanismos de manejo de bosques que sirvan para reducir el calentamiento global.

«Pero esto toma tiempo, requiere mucho sacrificio y mucha gente, el trabajo de muchos», enfatiza Torres.