WikiLeaks y el uso de la información


Indudablemente, WikiLeaks siempre ha tenido muchas simpatí­as de lectores y, más aún ahora, que ha dado tremendo golpe mediático que los terminó de dar a conocer en todo el orbe, al liberar miles de documentos con comunicaciones diplomáticas de Estados Unidos.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

Es obvio que al mundo polí­tico y diplomático no le cayó muy en gracia esta salida a la luz de los documentos, pero para el lector común y corriente fue recibido con buenos ojos. El principal problema es que el ciudadano tiene la percepción (la cual se confirma con esto) que nuestros representantes polí­ticos y los diplomáticos tienen un doble discurso, y mientras a la opinión pública dan unas declaraciones, a nuestras espaldas dan sus opiniones verdaderas.

La diplomacia y la polí­tica se han convertido, pues, en un juego de mantener cosas ocultas, y de intentar engañar la percepción ciudadana. Y no es casualidad tampoco que este golpe mediático de WikiLeaks haya sido, sobre todo, contra Estados Unidos, que bien pudiera ser considerado como el «modelo a seguir» en polí­tica exterior.

Es decir, que la diplomacia se ha reducido en una serie de fórmulas de buen comportamiento entre naciones, para esconder lo que realmente piensa una de otra. La diplomacia se ha refinado de tal manera que ha sido capaz de reunir a presidentes de paí­ses enemigos, cenando tan tranquilamente en visitas de Estado.

La simpatí­a que despierta WikiLeaks es que sabemos y estamos casi seguros, sobre todo en paí­ses como Guatemala, de que es imposible conocer las verdaderas opiniones y actuaciones de nuestros funcionarios, y que creemos que lo que dicen ante los medios de comunicación, son una serie de estrategias y frases hechas para esconder sus verdaderas intenciones.

Por ejemplo, en nuestro paí­s, ¿se imagina si WikiLeaks liberara información que transita por debajo de la mesa del Congreso, el Gobierno y los Tribunales? ¿O si liberaran información sobre los candidatos en las comisiones de postulación? ¿O saber sobre la práctica de las ejecuciones extrajudiciales? ¿O sobre por qué hay jueces que benefician a ex funcionarios? ¿Cuánto bien nos harí­a para nuestro paí­s? Es obvio que los guatemaltecos percibimos que nuestros funcionarios no son sinceros y que, pese a que digan que desean la Ley de Extinción de Dominio, ésta sigue sin aprobarse.

Mucho se dice que estamos viviendo en la Era de la Información, porque el acceso a Internet como medio para enterarnos, nos ha acercado cualquier dato que necesitemos, con tan solo preguntarle a Google. Sin embargo, seguimos tan desinformados como un vasallo de la Edad Media. En buena medida esto se da por los mecanismos de sobreinformación (Internet nos da tantas cosas, que ya no se sabe a qué creer) y por el doble discurso de los funcionarios.

En estos dí­as, sin duda, conoceremos una serie de acusaciones contra WikiLeaks y, sobre todo, contra su lí­der visible, Julian Assange, como estrategia para reducir el impacto. Por ejemplo, considerar falsos los documentos liberados, lo cual será una mala estrategia, porque la información vertida simplemente confirma hechos que todos sabí­amos, pero que Estados Unidos no reconocí­a en público.

Pese a ello, considero que WikiLeaks sí­ tuvo un error y que, lejos de atacar la hipocresí­a en la diplomacia, no ha hecho más que reafirmarla. No entiendo la razón por la que decidieron liberar por montones la información, porque esto solo ha servido para mover el morbo de la opinión pública.

Saber que Estados Unidos piensa que Berlusconi es parrandero, o que Hugo Chávez está loco, no aporta nada nuevo, y solo motiva las risotadas. En otras palabras, esta información liberada por WikiLeaks no ha servido para comprender mejor el mundo.

La información únicamente sirve en un momento determinado, por lo que se caduca solo servirá para el morbo histórico. Me imagino qué hubiera pasado si WikiLeaks hubiera liberado la información de que Estados Unidos consideró ilegal la destitución de Mel Zelaya, hubiera causado un impacto positivo para la democracia en Honduras. Hoy ya no, de nada sirve, solo para el morbo y para que los zelayistas lamenten aún más lo que sucedió.