En «Pequeño Haití­» piden la ayuda de Dios


Un pastor evangelista grita desde un local que está vací­o, pero su mensaje se expande por el centro de «Pequeño Haití­» (Little Haiti), el barrio haitiano de Miami donde muchos creen que sólo Dios, y no las elecciones presidenciales del domingo, puede ayudar al paí­s.


El hombre hace su proclama en creole, el idioma criollo haitiano que se escucha en las calles y que predomina en los letreros de los comercios.

«Está llamando a la gente a rezar», explica Giselle, dueña de una «botánica», una especie de santerí­a que vende hierbas, imágenes de ángeles, calaveras y una variedad de elementos propios de la cultura vudú, tradicionales en la espiritualidad de los haitianos.

«No necesitamos elecciones, necesitamos a Dios en Haití­ y que la gente rece para que se acaben las desgracias en el paí­s», dice la mujer, cubierta por momentos por el humo que sale de una vasija donde quema incienso, piedras y algunas hierbas.

Estos comercios de la religiosidad y distintas versiones de templos –algunos de ritos africanos– pululan en el barrio, donde la epidemia de cólera que afecta a Haití­, pocos meses después del catastrófico terremoto del 12 de enero, genera preocupación y más interés que el futuro polí­tico del paí­s.

«Deberí­an haber suspendido las elecciones y poner todas las fuerzas en controlar el cólera», dijo, muy ofuscado, George Mphiles, empleado en un comercio que vende tarjetas telefónicas para llamar a Haití­.

Más de 1.400 personas murieron de cólera en el paí­s en las últimas semanas, y se teme que la epidemia pueda expandirse rápidamente y afectar a 200.000 personas en los próximos tres meses, según funcionarios de la ONU.

El jefe de la misión de paz de las Naciones Unidas (MINUSTAH) en la golpeada nación caribeña dijo que a pesar del cólera, de la lenta recuperación tras el devastador sismo de comienzos de año y de la conflictividad polí­tica, Haití­ celebrará unas «elecciones con normalidad» el domingo.

Joseph Millford, un haitiano de 25 años con aspecto de rapero –pelo con largos bucles y pantalones muy bajos– deja a su hijo de dos años, para poder estudiar, en un centro maternal de la Iglesia Católica «Notre Dame de Haití­», donde muchos acudieron en enero a buscar noticias de sus familiares tras el terremoto en el que murieron 250.000 personas.

«No creo que las elecciones cambien algo en Haití­», dijo Joseph, que cree que el cantante de hip-hop Wyclef Jean «hubiera sido bueno para el paí­s».

«Hace falta un lí­der de verdad, alguien con buen corazón», afirma.

El ex Fuggees, que acompañó a Shakira en el tema «Hip»s don»t Lie», y vive en Miami, intentó presentarse como candidato a la presidencia de Haití­, pero no fue autorizado a inscribirse por falta de residencia en el paí­s.

Miami concentra el mayor número de haitianos que han emigrado del paí­s. Unos 75.000 viven en Little Haití­, al norte de la ciudad, y unos 300.000 en todo Florida, según entidades locales.

En un puesto callejero Mika vende frutas y cañas de azúcar, que los haitianos pelan y mastican para extraer el jugo. «Mi madre está muy preocupada por lo que pasa en Haití­, pero yo no tanto. No sé nada de las elecciones. Yo nací­ aquí­», cuenta la muchacha de 22 años, mientras cocina castañas en una olla que reposa sobre un colchón de brasas.

Michel Leonor, un vendedor de sombreros de hoja de palmera, intenta dejar una bolsa con su mercancí­a en un comercio, pero no acuerda el precio y sigue su camino.

Los sombreros se los mandan directamente de Haití­ y él los vende a cinco dólares. «Son artesanales y naturales, no tienen cólera», dice riendo, «pero no me los compran».