Avances navideños


En la medida que hay acercamiento a la Navidad, como una varita mágica se produce un entusiasmo y alegrí­a febril. Tienen presencia y animación diversos eventos relacionados con ciertas tradiciones de tipo popular. Comparable a una tangible dualidad, por cuanto algunos son efecto de la abierta transculturación y los otros responden a nuestras raí­ces y folclor.

Juan de Dios Rojas

Sin temor a dudas gana espacios desbordantes la reedición del clima inconfundible en general. Existe alejamiento del estado de ánimo pesimista, consecuencia lógica de la crisis en todos los aspectos. La consiguiente resaca pasa a niveles inferiores. Pese a tantas calamidades conservan predisposición para ubicarse en dichas conmemoraciones anuales sin falta.

Cuando aludo a dicha dualidad resulta entre esos avances navideños, impulsados por la publicidad, comercio e industria, actividades de origen foráneo. Ejemplos el Dí­a de Acción de Gracias, que deberí­a ofrecerse de modo cotidiano, ante los beneficios recibidos de Dios, a la cabeza el prodigio de la existencia misma, valladar de la inseguridad y criminalidad fatal.

Poco a poco hemos visto otra transculturación extranjera, imantada de gustos y complacencias firmes. Aludo a la controversial Noche de Brujas, motivo generador de consumismo gigantesco. Los disfraces prioridad uno, seguidos de salir a pedir: «dulces o dinero», so pena que al haber negativa la emprenden los del grupo golpeando puertas y ventanas de las viviendas reacias.

Al igual que su par mencionado, en modo alguno existe la justificación de rigor. Llegaron de rodada a quedarse, en menoscabo de todo aquello que identifica el paí­s, rico en auténticas tradiciones, usos y costumbres inmemoriales. A tan rara expresión, criterios la adversan y le asignan calificativo de inclinación fustigada, que viene a ser su satanización.

En momentos de cara a originar a como dé lugar la diversión que amengí¼e el estrés y similares cuestiones dañinas, encuentran la clave de cómo «el pueblo necesita pan y circo». Ni lo uno ni lo otro aparecen con calidad gratificante; resultan ambas cosas en distanciamiento visible al paso del tiempo. Por lo tanto, más empobrecimiento da señales de vida.

Conforman obligadamente la antesala del cí­rculo anual cuya presencia tiene naturaleza festiva, plena de conmemoraciones consecutivas en el marco decembrino. Hay siempre expectativas, aprestamiento y alegrí­a que dan la bienvenida. No obstante, repercusiones monetarias que conllevan consigo sentimientos colectivos, se inclinan en su favor, está demostrado.

El entorno influye bastante con condiciones climáticas beneficiosas. Un frí­o tonificante en su mayorí­a, los cielos de un azul celeste lí­mpido son la mejor tarjeta de presentación. El inflexible calendario fija los rezados de Guadalupe y Concepción, la entronizada quema del diablo y enseguida las Posadas, que en los barrios hacen gala y devoción cimera.

Noches de farolitos, tortugas con su ticuticutu y chinchines, gozo medible en rostros de la niñez y adolescencia, en estos cortejos procesionales breves, de féminas cantoras y rezadoras. Son la estampa perpetuada de diversas generaciones. Demuestran que aun no sucumben totalmente en las garras sutiles del consumismo, ofertas que trastocan las tradiciones.

Las celebraciones de la alegre Navidad y Año Nuevo, representan un acontecimiento extraordinario, conmemorado en todos los confines. Notorios son los esfuerzos por que en hogares modestos ese ciclo famoso cobre vigencia. En especial que no falte en las mesas un tamal y disfrutarlo en unión familiar, entre la algazara de chicos quemando cohetillos.

El espí­ritu navideño verdadero tiende a perderse, propugnado por agentes poderosos cuya búsqueda es obtener gananciales cuantiosos. Además el consumo industrial de alcohol origina accidentes automovilí­sticos; la violencia y criminalidad actúan a manos llenas, mientras los indigentes pasan en la misma situación lamentable en dichas fechas universales. Qué contradicción.