La Asamblea General de la ONU aprobó el 17 de diciembre de 1999 su resolución 54/134, mediante la cual estableció el 25 de noviembre como Día Internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer. Guatemala no solamente no ha cumplido con esta resolución sino que ha permitido que el feminicidio se convierta en un verdadero flagelo. Tiene una de las tasas más altas de asesinatos de mujeres en el mundo y la violencia contra la mujer campea por todas partes, incluidos muchos hogares. Es una demostración de un Estado ineficaz y también de una sociedad enferma.
rmolina20@hotmail.com
Después del conflicto armado interno, Guatemala padeció otro flagelo, el linchamiento, que, aunque no ha desaparecido del todo, si se ha podido controlar. Se emplearon a fondo la ONU, las Iglesias, particularmente la Católica, los guías espirituales mayas, los medios de prensa y el movimiento social. La Minugua pudo retirarse del país con la satisfacción de haber parado el flagelo. En esta fecha debemos proponernos extirpar el feminicidio y la violencia contra la mujer. Aunque no existe varita mágica para hacerlo, Estado y sociedad debemos proponernos acciones concretas para que a un año plazo podamos afirmar que este flagelo ha sido atajado.
La sociedad entera tiene una gran responsabilidad. En lugar de cruzarnos de brazos y mentalmente criminalizar a las víctimas, debemos contribuir a detener la violencia. La sensibilización y la educación juegan un papel fundamental, empezando por el hogar, en donde debe cultivarse la cultura de la igualdad de los cónyuges y el respeto mutuo de todos y todas; pasando por la educación formal de nuestra niñez y juventud y en las aulas universitarias; y llegando a la prensa, con cobertura responsable que respete el principio de que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. En aspectos de educación, celebro el trabajo que ya hacen Mujeres Iniciando en las Américas (MIA) y la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG), que trabajan con la Policía Nacional, la Usac y grupos comunitarios, haciendo énfasis en que la educación para la organización y acción de las mujeres es fundamental, al igual que la educación de los varones, para dejar atrás la cavernaria actitud machista.
Esta convicción ha sido reforzada con mi visita reciente a Auschwitz, el campo nazi para el exterminio, especialmente de los judíos. Al percibir la monstruosidad del lugar, queda claro que la mujer fue un especial blanco de sus políticas inhumanas. Es fácil identificar la relación entre dicho salvajismo y la Doctrina de Seguridad Nacional. En el genocidio guatemalteco, del cual poco se habla, la brutalidad contra la mujer fue práctica constante. Hoy, la «mano de obra desocupada» e impune alimenta todas las estructuras criminales que siguen asesinando ciudadanos y ciudadanas, con especial odio y sana contra la mujer. El feminicidio es resultado y causa de la impunidad. Es tiempo de que nuestras capas medias y sectores acomodados reconozcan que la impunidad debe desaparecer; es un muro que debe derrumbarse para poder extirpar la violencia contra la mujer. En esta fecha, cumpleaños de mi madre, dona Josefita, ratifico mi disposición a luchar por devolver a las mujeres de Guatemala el lugar de respeto que se merecen.