Y de ajuste… regañados


Oscar-Clemente-Marroquin

No sólo sino que también, solí­a decir mi abuela cuando se daban casos como el que ocurre con estos pobres paí­ses, el narcotráfico y las duras exigencias de Estados Unidos para que paremos el negocio de los estupefacientes que llega a surtir su creciente e impune mercado local. Y es que si los narcotraficantes que se enriquecen trasegando las drogas para llegar a los consumidores en Estados Unidos están literalmente pupusos en dinero, cuánto más los que allá, en Estados Unidos, pueden realizar su criminal negocio sin siquiera aparecer en los nutridos listados de personajes más buscados en cada Estado por la famosa DEA.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Si uno revisa esa lista, ve que se trata de un montón de personas de origen distinto al célebre “blanco, anglosajón y protestante” que era la muestra de pureza racial y étnica.
 
 Pues todo eso tiene que decirse luego de ver que la delegación norteamericana que vino a la Conferencia sobre Seguridad en Centro América, lejos de ofrecer su total apoyo para librar una guerra que es de ellos, tuvo el tupé de venir a regañarnos por no hacer las cosas como ellos quieren. La Secretaria de Estado dijo que su paí­s ha puesto a la disposición de la región 290 millones de dólares para responder a las necesidades de América Central, lo que significa que para cada paí­s del sistema habrí­a algo así­ como 50 millones de dólares para apoyar estrategias decididas por los propios paí­ses.
 
 Y con justa razón nos regañó diciendo que aquí­ hay que pagar más impuestos y que los guatemaltecos y centroamericanos tenemos que sufragar nuestros costos de seguridad. Digo justa razón porque obviamente así­ debe ser, nosotros tenemos que pagar más para pagar nuestras necesidades en materia de seguridad, pero es injusto que tras exigir que les hagamos el trabajo sucio, especialmente poniendo los muertos en la guerra contra el narcotráfico, todaví­a nos regañen. Eso es ser más que limosneros y con garrote, pero el garrote no ha sido nunca ajeno a la polí­tica exterior de los Estados Unidos y desde los memorables tiempos del presidente Teodoro Roosevelt se consagró como una de las vertientes doctrinarias, especialmente en su trato con América Latina.
 
 Yo no tengo absolutamente nada en contra de la exigencia de que nuestras contribuciones sirvan para resolver nuestros problemas y que si hace falta una combinación de más impuestos con más transparencia, se trabaje para lograrla, pero hablo de “nuestros” problemas y no de andarle haciendo el trabajo a quienes son negligentes para hacer sus propios deberes. Ciertamente los contribuyentes guatemaltecos debemos tributar más, pero también el gobierno de los Estados Unidos tiene que hacer algo para que el negocio de la droga cambie a partir de un efectivo control de los carteles que distribuyen las drogas a los pushers que se encargan del menudeo. Carteles que, además, son maestros en el lavado del dinero de sus enormes ganancias que hacen risible, en verdad ridí­cula, la cifra de 290 millones que mencionó la señora Clinton como el gran aporte de la administración Obama a la región.
 
 Carteles que, además, no podrí­an ser tan exitosos en manejar las rutas de distribución de droga y lavado de dinero sin algunas complicidades importantes, porque se trata de una megaoperación en todo el sentido del término.
 
 Personalmente creo que no hay otra ruta que la de la legalización de la droga como pasó con el alcohol tras la prohibición que enriqueció a las mafias durante el tiempo en que el comercio de los licores era clandestino e ilí­cito. Pero Washington pretende lavarse la cara con una férrea polí­tica antinarcótica que se tiene que librar allende sus fronteras, especialmente en estos paí­ses donde la vida no vale nada y se trata literalmente de un bien desechable.