El riesgo de expandir los playoffs


Bud Selig, comisionado de las Grandes Ligas, durante la reunión de la semana pasada en Florida. FOTO LA HORA: AP Phelan M. Ebenhack

Cuando quiso justificar el aumento de equipos en los playoffs, el comisionado del béisbol de Grandes Ligas, Bud Selig, barajó los números en mención.


«Â¿Son ocho de 30 suficientes? ¿Es lo justo? En lo que a mí­ respecta, esa es la interrogante», replicó Selig sobre el debate de elevar a 10 el número de clubes en postemporada.

El número 10, según razonó, es «más justo que 8».

A lo que los detractores de la idea %u2014una que está súper cocinada en las oficinas de Grandes Ligas%u2014 se mofaron diciendo que 12, 16, 20 o hasta los 30 también son números justificados.

Expandir los playoffs es el objetivo de Selig, aún por encima del reclamo de ampliar el uso del video para poner fin a las polémicas por errores de los umpires.

Sin duda, los últimos í­ndices de teleaudiencia de postemporada en Estados Unidos tienen que ver con los planes debido al enojo que provocó el pasado octubre cuando partidos de campaña regular de la NFL eclipsaron a duelos de playoffs, inclusive de los propios Yanquis de Nueva York, en las mediciones.

Selig quiere generar más suspenso en las pujas por los playoffs y para ello quiere involucrar a más equipos.

Su modelo son otras ligas profesionales, como la NBA, en la que 16 equipos avanzan a su postemporada.

«Se trata de los playoffs. Eso es lo que le gusta a los fanáticos», comentó el gerente de los Diamondbacks de Arizona, Kevin Towers.

Pero hay un riesgo severo de meter la pata en este sentido, por más que Selig le recuerde a todos que tuvo la razón cuando en 1995 debutaron los wild cards y se duplicó la cifra de equipos en la postemporada.

Tome note de lo que fue la recta final de la campaña de 2010 entre los Rays y Yanquis en el Este de la Liga Americana, en la que ambos tení­an el boleto virtualmente asegurado, ya fuese con el banderí­n de división o el wild card. Lo que menos hubo en las dos últimas semanas fue dramatismo cuando el manager Joe Girardi empezó a regular los innings de los pitchers de Nueva York con la mira puesta en octubre.

La única puja emocionante %u2014y que se definió en el último dí­a%u2014 fue la de los Gigantes y Padres por el cetro del Oeste de la Nacional.

Se puede concebir que con otro wild card, la emoción no serí­a la misma. El equipo que hubiese quedado segundo en la división iba a ir a los playoffs de cualquier forma.

«Dos más nos dan 10 y yo creo que 10 de 30 es algo razonable», insistió Selig. «Pero ahora lo que sigue es definir cómo hacerlo».

Los detalles siguen en discusión, pero es muy posible que el concepto que se imponga consista de una especie de una ronda inicial limitada a los equipos wild cards, con una serie corta al mejor de tres juegos. Los ganadores pasarí­an a medirse con los campeones de división hasta llegar a una Serie Mundial que culminarí­a en noviembre.

Eso sí­, lo que nadie toca es el calendario de 162 juegos de la temporada regular. Ningún equipo quiere soltar un centésimo en concepto de ingresos.

Pero el béisbol de las mayores está jugando con fuego por tres motivos:

%u2014Fatiga. La temporada de béisbol, de principio a fin, abarca desde fines de marzo hasta principios de noviembre, es decir nueve de los 12 meses del año. La NFL, en la que se juega una vez a la semana, cubre cinco entre septiembre y enero, con el Super Bowl en febrero. ¿Tanto béisbol no es demasiado?

%u2014Desinterés. Durante 2010, el Este de la Americana ofreció una intensa puja de tres equipos al incluir a Boston. Con otro wild card, los Medias Rojas hubiesen entrado a la postemporada. ¿Por qué 162 juegos para un desenlace que se sabí­a desde el comienzo? Bajo esta fórmula, por ejemplo, los Yanquis no hubiesen sido eliminados como ocurrió en 2008.

%u2014Clima. Las últimas dos Series Mundiales se prolongaron hasta la primera semana de noviembre. Con el nuevo formato, lo probable es que el Clásico de Otoño termine a mediados de ese mes, propiciando el riesgo de aplazamientos por el mal tiempo. Ciudades como Minnesota y Detroit son propensas a nevadas.