Parece evidente que muchos, al menos si nos fiamos en lo expresado, deseamos que el país sea distinto, que la corrupción termine y Guatemala se encamine al desarrollo. El problema es que «del dicho al hecho hay mucho trecho» y nuestras acciones manifiestan lo contrario. En realidad no estamos comprometidos a la construcción de una realidad diversa.
Fíjese, por ejemplo, en las empresas telefónicas. Yo he sido víctima del robo de tres teléfonos celulares (Movistar para ser exactos), ¿cree usted que esa empresa hace algo por evitar reconectar las líneas? Evidentemente no. Por eso la industria del robo de móviles es un negocio redondo. Los muchachos andan afanosos atracando en motos, a pie, en restaurantes, cantinas, centros comerciales… y, quien quita, también en iglesias.
           Estoy seguro que los empresarios de la telefonía celular no quisieran que asesinaran a su hijo por un teléfono o que sus esposas llegaran a sus casas en estado de shock por sobredosis de impresión, pero no hacen nada por evitar la maldad. El lucro los tiene embobados y venderían hasta a su propia madre por incrementar los ingresos en sus empresas. Igual cosa sucede con los banqueros.
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Los bancos también son los amos de las triquiñuelas. Sígales la pista y verá cómo se las apañan por captar dinero hasta del fondo del infierno. Se prestan para administrar los ingresos del mismo Satanás. Cuando el caso lo requiere se hacen los babosos. Así, no es raro que dinero de extorsiones, secuestros y narcotráfico ande por ahí sin que ellos lo sepan (así dicen poniendo la mano en la Santa Biblia). Como decía anteriormente, la ganancia es su única brújula y vencer en el mundo tormentoso de las finanzas es el objetivo a conseguir.
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Y eso sin hablar, de la cantidad de magia negra con las que se las ingenian para ordeñar a los cuentahabientes: tarjetas de crédito,  tasas de interés… Son geniales., el mismo Demonio hecho carne. Luego, como no tiene límite su astucia, saben pegarse a la teta de ubres generosas y negocian con el Estado. Difícilmente hay mejor negocio en la actualidad que la posesión de Bancos.
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Otros hipócritas que no podemos olvidar son los dueños de las gasolineras. ¿Se ha enterado usted que las estaciones de combustible son uno de los lugares perfectos para el atraco?  Pues bien, aunque sus dueños lo saben, no hacen nada por defender al débil y ayudar a poner fin al problema. En las narices de los propios guardias de seguridad los malhechos hacen de las suyas y ellos… ni enterados. Ellos dicen (los guardias) que se les paga para defender el puesto de gasolina o la tienda, pero no a sus clientes.
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En ocasiones, incluso (dicen algunos) pareciera haber contubernio entre los delincuentes y los agentes de seguridad. ¿Es éste el compromiso por cambiar Guatemala? ¿Realmente queremos un país mejor? ¿Amamos realmente nuestro suelo patrio? No, no lo creo. Aquí hay mucho de los que los antiguos llamaban «flatus vocis» o lo que es lo mismo «flatulencia verbal». Sólo eso.