La información internacional señala que el café, nuestro principal producto tradicional de exportación, ha llegado a su máximo nivel histórico de precios. El azúcar nunca había alcanzado el valor por libra a que actualmente se vende en las bolsas de valores y el banano logró que la comunidad europea le mejorara las cuotas y le rebajara los aranceles de importación. Por tanto, los exportadores están de plácemes y no pueden quejarse.
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Así como los precios externos aumentan, los precios del mercado de consumo también se han incrementado y si alguien lo duda con sólo ir al supermercado o al mercado comprobará que ya no puede comprar al mismo precio los artículos de primera necesidad que hace un año podía adquirir con menos quetzales.
Como ya es típico en el país, en las Comisiones paritarias de Salario Mínimo y la Comisión Nacional de Salario no se pusieron de acuerdo empleadores y trabajadores. Cuál es el argumento si los productos de exportación, que son los que predominan en los ingresos de divisas, están todos hacia arriba y el quetzal continúa perdiendo su poder adquisitivo. Justificación ninguna que se pueda ver, por consiguiente, tampoco se podrá justificar que el presidente ílvaro Colom y el nuevo Ministro de Trabajo no incrementen los salarios mínimos a partir del 1 de enero del año entrante.
Los programas de apoyo a las madres embarazadas, a los niños para que vayan a la escuela y centros de salud; a los guatemaltecos en pobreza y miseria están bien; sin embargo, siguen siendo una acción social temporal, calificada, no así los salarios mínimos que son un hecho concreto, directo, que beneficia a millones y es el resultado de compartir los beneficios.
Un incremento adecuado y suficiente de los salarios mínimos hace que el consumo interno aumente y que se mejore el resto de los salarios, también hace que nos acerquemos a las Metas del Milenio de Naciones Unidas. Además, implica -como en Bolivia- que podamos lograr que en este cuarto año de Gobierno se aumente la existencia de la clase media. Es compartiendo el producto del éxito del aumento de los precios del café, azúcar, banano y demás productos tradicionales y no tradicionales de exportación, como se beneficia y estimula al trabajador.
Como lo pueden decir los miles de guatemaltecos que recientemente han regresado de laborar temporalmente en el Canadá, para producir vegetales, la mano de obra guatemalteca gana de US$10.00 a US$12.00 la hora y sigue siendo rentable la producción agrícola canadiense.
El costo de vida en Guatemala, año con año, se incrementa, esto implica que nuestro quetzal devaluado, con que se pagan los salarios en general tiene que ser reajustado. Si no se pagan sueldos de forma correcta y adecuada, como sí se pagan en Estados Unidos, Canadá, Colombia, Brasil, Chile, etc., etc., cómo pretendemos que en nuestro país haya consumo, haya bienestar, se reduzca la pobreza, se reduzca la extrema pobreza y se pueda decir que el desarrollo de las exportaciones y el bienestar se derrama, se comparte, beneficia a la mayoría de los guatemaltecos y no se concentra en las manos de unos pocos que pueden decir que son multi, multiinversionistas y ante todo multi, multimillonarios a costa de la seguridad social y económica.
Qué bueno sería que Stephen MacFarland y colegas que aparecen en tantas actividades con la cúpula empresarial, con diputados, con alcaldes, tomando atol y comiendo tostadas, se le escuchara decir como personas, como seres humanos, que creen que la riqueza y el desarrollo deben compartirse y aumentarse los salarios.