Además de coloridos peces tropicales, las aguas turquesa del puerto turístico mexicano de Cancún (este) alojan ahora a 400 esculturas de figuras humanas de tamaño real que conforman un Museo Subacuático del Arte, cuya inauguración se realizará a fines de noviembre.
Un equipo de buzos, ayudados por grúas, terminaron este mes de colocar la última de las piezas de la exposición «La evolución silenciosa», que el artista británico Jason deCaires Taylor describe como la mayor colección submarina de escultura contemporánea.
Cuerpos desnudos, una mujer embarazada, un anciano haciendo muecas y un niño mirando hacia el sol que se alcanza a colar en el mar son algunas de las esculturas, colocadas hasta nueve metros de profundidad y algunas de las cuales ya tienen algas enredadas en su rostro o extremidades.
El proyecto inició hace casi dos años cuando el Museo del Parque Marino de Cancún empezó a buscar trabajos de DeCaires Taylor, quien ya había hecho instalaciones submarinas en Grenada, el Caribe e Inglaterra y las exhibía en la página www.underwatersculpture.com.
«La primera vez que vi la obra de Jason fue en internet. Me gustó muchísimo. Tiene el toque mágico del escultor que piensa en la conservación» del medio ambiente marino, comenta Roberto Díaz, presidente de la asociación náutica de Cancún.
Los directivos del parque vieron en las esculturas submarinas una alternativa a las estructuras de arrecifes artificiales, con formas de pirámides o de esferas, que se exhiben en otras partes del mundo pero que encontraron poco atractivas.
Estas esculturas buscan mantener a los cerca de 750.000 turistas que cada año visitan el parque lejos de los arrecifes naturales, que necesitan recuperarse de los golpes de anclas, huracanes y el maltrato de los turistas, agravados por el calentamiento global.
Si no se toman acciones para protegerlos, para el año 2050 el 60% de los arrecifes de coral podrían haber muerto, ha alertado la Agencia Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
DeCaires Taylor se trasladó de Gran Bretaña a Cancún para crear sus esculturas tomando como modelos a gente que veía en las calles y apoyado por un equipo de cinco residentes del puerto turístico.
«Hice una lista de lo que necesitaba: una joven, una anciana, un maya de unos 20 años (…) y después los trajimos al estudio y los observamos detenidamente para determinar que pose les quedaría mejor», dijo DeCaires Taylor a la AFP en su estudio, localizado cerca de Cancún.
Los modelos, entre ellos un niño de tres años, permanecieron sentados o parados hasta hora mientras eran cubiertos con vaselina y yeso para hacer los moldes con los que se crearon las esculturas, hechas de cemento y fibra de vidrio, mismo material de los arrecifes artificiales y que dura hasta 500 años.
El proyecto, con piezas de hasta cinco toneladas de peso, tuvo un costo de unos 250.000 dólares, se duplicó el número de esculturas previsto y el Museo Subacuático del Arte, que será inaugurado a la par de la exposición, planea expandirse para contar eventualmente con 13 «salas» submarinas que exhiban la obra de otros artistas.
«Desde el punto de vista artístico, es realmente muy, pero muy interesante porque uno se enfrenta a leyes (de la naturaleza). Los colores cambian de forma distinta bajo el agua, la luz es muy diferente porque es afectada por la superficie del mar. Tu compromiso con el trabajo es muy diferente», explicó.
A diferencia de las esculturas tradicionales, las submarinas evolucionan a través del tiempo porque interactúan con la vida marina, como esponjas, plantas y otros organismos que con el paso de los años crecerán en los ojos, oídos y los cuerpos de las figuras de concreto.
«La gente me pregunta si ya está terminado, pero no creo que así sea. Esta es sólo una fase. Yo llegué al punto de colocarla en el mar y después, como dice el nombre de la exposición, evolucionará considerablemente», comenta el artista.