A los estudiantes de escuela primaria de Estados Unidos se les enseña que la esclavitud terminó en el siglo XIX. Pero, tristemente, casi 150 años más tarde, la lucha para combatir esta lacra mundial está lejos de terminar. En la actualidad toma una forma diferente y le damos un nombre diferente: «trata de personas», pero es aún una afrenta a la dignidad humana básica en Estados Unidos y en todo el mundo.
Secretaria de Estado
Los cálculos varían ampliamente, aunque es probable que la cifra de seres humanos que sufren de esclavitud se encuentre en algún punto entre los 12 y los 27 millones de personas en todo el mundo. Hombres, mujeres y niños están atrapados en prostitución o trabajos en campos y fábricas a merced de brutales capataces que los amenazan con violencia o encarcelamiento si intentan escapar. En el presente año, seis «reclutadores» fueron acusados en Hawai en el caso más grande de trata de personas nunca antes procesado en la historia de Estados Unidos. Los reclutadores obligaron a 400 trabajadores tailandeses a realizar trabajos agrícolas al confiscarles sus pasaportes y amenazarlos con deportarlos.
He presenciado de primera mano el sufrimiento que causa la trata de personas. No sólo resulta en lesiones y abusos, sino que priva a sus víctimas del poder de controlar sus propios destinos. En Tailandia conocí a niñas adolescentes que habían sido prostituidas siendo pequeñas y estaban muriendo de SIDA. En el este de Europa, conocí a madres que perdieron a hijos e hijas a causa de la trata de personas y no tenían a nadie a quien pedirle ayuda. Esta es una violación de nuestra convicción fundamental de que toda persona en todo lugar merece una vida libre, trabajo con dignidad e intentar alcanzar sus sueños.
Durante décadas, el problema pasó desapercibido en gran parte; pero hace diez años que se cumplen esta semana, el presidente Clinton firmó la Ley de Protección de las Víctimas de la Trata de Personas, que nos dio más mecanismos para llevar a los traficantes ante la justicia y ofrecer a las víctimas servicios legales y demás apoyo. En la actualidad, oficiales de policía, activistas y gobiernos coordinan sus esfuerzos de una manera más eficaz. Miles de víctimas han sido liberadas en todo el mundo y muchas permanecen en Estados Unidos con estatus legal y permisos de trabajo. Algunas se han convertido en ciudadanos estadounidenses y han adoptado la causa de impedir que los traficantes destruyan más vidas.
El movimiento actual contra la trata de personas no está limitado a Estados Unidos. Casi 150 países se han unido al Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, con la finalidad de proteger a las víctimas y fomentar la cooperación entre países. Más de 116 países han proscrito la trata de personas, y la cifra de víctimas identificadas y traficantes encarcelados aumenta cada año.
Pero todavía queda mucho por hacer. Cada año, el Departamento de Estado produce un informe sobre la trata de personas en 177 países, entre los que ahora se incluye el nuestro. El informe más reciente concluyó que 19 países redujeron sus iniciativas contra la trata de personas, y que 13 países fracasaron en cumplir con las normas mínimas para eliminar la trata y no están intentando mejorar.
Es especialmente importante para los gobiernos proteger a los más vulnerables -mujeres y niños- que tienen una mayor probabilidad de convertirse en víctimas de la trata de personas. Ellos no sólo son el blanco de quienes se dedican a la explotación sexual, sino también de la explotación laboral, y conforman la mayoría de los que están atrapados en trabajos forzados: recolectando algodón, extrayendo minerales raros de la tierra, bailando en clubes nocturnos. Es posible que las cifras sigan creciendo, pues la crisis económica mundial ha expuesto aún a más mujeres ante reclutadores sin escrúpulos.
Necesitamos duplicar nuestros esfuerzos para combatir la esclavitud moderna. Espero que los países que todavía no han accedido al Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas lo hagan. Muchos otros países aún pueden hacer más para fortalecer sus leyes contra la trata de personas. Todos los gobiernos pueden dedicar más recursos para encontrar víctimas y castigar a los traficantes.
Los ciudadanos pueden ayudar también, apoyando leyes que prohíban todas las formas de explotación y brinden a las víctimas el apoyo que necesitan para recuperarse. También pueden trabajar de voluntarios en un refugio local y alentar a las compañías a erradicar la explotación laboral en sus cadenas de abastecimiento al visitar el sitio web (en inglés) www.chainstorereaction.com.
Es posible que el problema de la trata moderna de personas esté arraigado, pero se puede resolver. Al hacer uso de todos los mecanismos que tenemos a nuestra disposición para ejercer presión a los traficantes, podemos establecernos en el curso para la erradicación de la esclavitud moderna.