El Centro, ombligo del desempleo y la desesperanza de EE.UU.


Desempleados de El Centro, California, realizan una venta callejera de ropa, para intentar obtener algunos recursos, mientras consiguen un trabajo formal. FOTO LA HORA: AFP Mark RALSTON

Dos años, un año sin encontrar un solo puesto de trabajo parece inimaginable en Estados Unidos, pero en El Centro, al sureste de California, ese plazo es común para los cerca de 50 mil habitantes de la ciudad con la mayor tasa de desempleo del paí­s: 30,4% sufre de cesantí­a.


La oficina de empleo en El Centro ha estado muy concurrida últimamente. FOTO LA HORA: AFP Mark RALSTON

«Quisiera retomar mi trabajo de asistente de enfermerí­a pero eso ya ni lo pienso, ya es un año y medio que no encuentro nada, busco lo que sea», dijo a la AFP Karen Marquardt, una mujer de 58 años, que actualizaba su curriculum en una de las diez computadoras de una oficina de capacitación laboral de El Centro, 365 km al sureste de Los Angeles, frontera con la ciudad mexicana de Mexicali.

El último reporte oficial reveló que 13 ciudades estadounidenses, nueve de ellas en California, reportaron en septiembre tasas de desempleo de 15% o más, según un informe del Departamento del Trabajo divulgado el miércoles.

Pero en El Centro y en Yuma, Arizona, siguen portando el tí­tulo de «Capitales de la Recesión», como las bautizó la gran prensa estadounidense, por sus í­ndices de desempleo de 30,4% y 27,2% respectivamente.

Se trata de dos zonas colindantes cuya economí­a ha dependido históricamente de los trabajos de agricultores inmigrantes, el «seasonal work», como llaman al empleo temporal del campo en estas zonas de temperaturas extremadamente altas en el verano boreal.

En El Centro la mayorí­a de los desempleados mayores de 45 años llevan hasta más de dos años desocupados, y entre los más jóvenes (menores de 30 años), hay quienes han alcanzado seis meses sin encontrar nada, pero toman puestos temporales en tiendas o en los campos.

«Yo soy soldador, perdí­ el trabajo en junio y pensé que encontrarí­a enseguida pero no he podido, el sector de la construcción casi desapareció», dijo a la AFP Michael Lopez, de 23 años, casado y con dos niños.

Lopez estuvo limpiando para una empresa privada hasta la semana pasada y acaba de asegurar un trabajo en «el field (campo) de Arizona, en la cosecha de lechugas, son cinco meses, pagan menos que en California, pero igual saco 9,70 la hora», contó el joven nacido en El Centro en el seno de una familia mexicana-estadounidense.

La recesión económica en Estados Unidos impactó a El Centro desde 2007 y de forma punzante. «Porque además nos perjudicó mucho la sequí­a para el trabajo agrí­cola», explicó una funcionaria en la Alcaldí­a.

En esta ciudad ubicada a 20 km de Mexicali, capital del estado mexicano de Baja California, varios funcionarios públicos están disgustados con los reportes catastróficos que han realizado grandes diarios desde que se conoce su récord de cesantí­a.

«Solo cuentan lo malo, lo cual hace más difí­cil que vengan a invertir en nuestra ciudad», dijo la funcionaria pidiendo anonimato.

«El desempleo en El Centro siempre ha sido el peor del sur de California. Los dos dí­gitos son normales incluso en los buenos tiempos», explicó a la AFP Cathy Kennerson, directora de la Cámara de Comercio de El Centro.

Kennerson explicó que «muchos de nuestros trabajadores temporales vienen de Mexicali y trabajan legalmente en nuestros campos y cuando no tienen que trabajar, por la dinámica propia del trabajo agrí­cola, cobran seguro de desempleo en apego a la ley laboral estadounidense», lo cual siempre ha hecho que este lugar tenga cifras promedios de hasta 17% en periodos normales.

Según el centro de Estudios Económicos de Mexicali, 30.000 mexicalenses trabajan legalmente en Imperial Valley, donde está El Centro.

Pero la directora de la Cámara de Comercio reconoce que esta crisis afectó más fuerte por la ola de casas nuevas que fueron hipotecadas por los bancos.

«A principios de la década llegaron constructores de todas partes, y creció mucho El Centro y el impacto de la explosión de la burbuja inmobiliaria hizo que fuera más aguda la crisis», dijo Kennerson.

«En el año 2005 o 2006 recuerdo haber vendido tres casas de unos 200.000 dólares cada una a personas que ni si quiera fueron a verlas. Fueron años muy buenos», contó Robert Villalobos, un agente de bienes raí­ces de la firma Five Star Realty.

Urbanizaciones de clase media trabajadora estadounidense crecieron como hongos en El Centro, con casas de cinco habitaciones, cuatro baños, y jardí­n impecable se vendí­an hasta en más de 350.000 dólares.

«Pero en 2007 todo cambió; hoy aunque está algo mejor, apenas se puede vender un 40% más bajo que aquellos precios», contó Villalobos.

MEXICANOS Motores de El Centro


Los hipermercados, hoteles y grandes tiendas por departamento de El Centro son una exageración para los 50 mil habitantes de la ciudad con más desempleo de Estados Unidos, pero los mexicanos «de shopping» son el motor del sector comercial.

«Nuestras ventas dependen de los mexicanos que vienen de shopping todos los dí­as y llenan las tiendas los fines de semana», dijo el encargado de una tienda de ropa en The Plaza Imperial Valley, un centro comercial inmenso con hoteles aledaños para los compradores en esta ciudad fronteriza al sureste de California, que ostenta la mayor tasa de desempleo en el paí­s: 30,4%.

El sector comercial de El Centro -ciudad de 50.000 habitantes en Imperial County, 365 km al sureste de Los Angeles- comprueba más que nunca que el millón de habitantes de Mexicali (a unos 20 km al sur) son vecinos valiosos por razones históricas y porque el cambio de la moneda en este momento favorece a los mexicanos.

«El gasto de los mexicalenses en el sector de bienes y servicios en Imperial Valley asciende a 1.100 millones de dólares al año», explicó a la AFP Louis Fuentes, presidente del concejo municipal del Condado Imperial, donde está El Centro, ciudad golpeada desde 2007 por la crisis inmobiliaria del paí­s y la sequí­a que perjudicó su otrora próspera industria agrí­cola.

«Los huéspedes de todos estos hoteles son sobre todo compradores de Mexicali, y también de Sonora y Sinaloa que vienen hasta acá a hacer turismo, a hacer compras más tranquilamente (por la inseguridad) en algunos casos», contó a la AFP Laura Laredo, recepcionista de una gran cadena de hoteles estadounidenses.

Al igual que en otros puntos de la frontera de más de 3.000 km entre Estados Unidos y México, en Imperial Valley existe un número significativo de patrulla fronteriza y oficiales militares estadounidenses merodeando dí­a y noche las avenidas y rutas del valle que cobija El Centro.

Pero «a este lado de la frontera existe más un sentimiento de familia que de enemigos, existen lazos más estrechos entre los habitantes y los problemas de violencia no se comparan» con los de las ciudades mexicanas de Tijuana (sur de San Diego-California) ni de Ciudad Juárez (sur de El Paso-Texas), explicó Fuentes, ex alcalde de Calexico, la última ciudad de Estados Unidos frente a Mexicali.

En El Centro más del 72% de los habitantes son de origen hispano, mientras que 40% de los mexicalenses tienen familiares en Imperial County.

Otra de las cifras que dan muestra de los beneficios mutuos de los pobladores de esta frontera «son los 100.000 cruces fronterizos al año de americanos para recibir atención médica en Mexicali», reveló Fuentes citando informes de las autoridades binacionales.

«Cada vez que hay problemas en la frontera (cierre) repercute de inmediato en una caí­da de las ventas de nuestras tiendas», dijo a la AFP Cathy Kennerson, directora de la Cámara de Comercio de El Centro.

Kennerson citó testimonios de los gerentes de una gran tienda como JC Penny y Disney Store para afirmar que el sector comercial depende «en un 80% de los pobladores de Mexicali».

Antes de que abran las tiendas un viernes, varios vehí­culos esperan en el estacionamiento del centro comercial The Plaza Imperial Valley, la mayorí­a mexicanos.

«Cruzamos tempranito, para no agarrar cola, a veces cada dos semanas para comprarnos ropa y cosas para los niños. Aquí­ consigues marcas y a menos de la mitad de precio que en Mexicali», contó Juan Garcí­a, de 34 años, que junto a su esposa madrugaron para ver lo nuevo en las tiendas, tras una hora pasando el control fronterizo y 20 minutos después, «de shopping».