Papa denuncia «agresivo» movimiento anticlerical


Feligreses esperan por la salida de Benedicto XVI frente a la catedral de Santiago de Compostela. FOTO LA HORA: AFP CHRISTOPHE SIMON

El Papa Benedicto XVI denunció hoy, al iniciar una visita de dos dí­as a España, el retorno del «agresivo» movimiento anticlerical y laicista que vivió este paí­s en los años 30, y exhortó al «encuentro» entre fe y laicismo en Europa.


El Papa denunció un nuevo movimiento anticlerical en España. FOTO LA HORA: AFP CHRISTOPHE SIMON

«España vio en los años 30 (durante la II República, antes de la Guerra Civil, ndlr) el nacimiento de un anticlericalismo y de un movimiento de secularización e incremento del laicismo fuerte y agresivo», recordó, en declaraciones a los periodistas en el avión antes de llegar a Santiago de Compostela (noroeste).

Ese movimiento y «el enfrentamiento entre fe y modernidad vuelve a producirse hoy y es muy fuerte», afirmó, interrogado sobre el actual descenso del catolicismo en el paí­s.

El jefe de la Iglesia dijo haber constatado este problema en sus viajes en República Checa, Francia y Reino Unido, aunque está «muy acentuado en España». Asimismo llamó a un «encuentro entre la fe y el laicismo y no a un enfrentamiento» en Europa.

«La fe debe seguir renovándose para llegar a encontrarse con el laicismo», apeló.

Benedicto XVI, que llegó hacia las 11H30 locales (10H30 GMT) al aeropuerto de Santiago de Compostela (noroeste) para un viaje en el que también visitará Barcelona (noreste) el domingo, fue recibido por el prí­ncipe heredero de la Corona, Felipe de Borbón, su esposa, Letizia, y miembros del gobierno español y otras autoridades polí­ticas y religiosas.

«Vengo como peregrino en este Año Santo Compostelano» y «deseo unirme así­ a esa larga hilera de hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, han llegado a Compostela desde todos los rincones de la Pení­nsula y de Europa, e incluso del mundo entero, para ponerse a los pies de Santiago», anunció, en sus primeras palabras en el aeropuerto.

Y se unió al mensaje de su antecesor, Juan Pablo II, que en un viaje a Santiago de Compostela en 1982 «exhortó al Viejo Continente a dar nueva pujanza a sus raí­ces cristianas».

A continuación visitaba la catedral de Santiago, mientras en la contigua Plaza del Obradoiro esperaban varios miles de personas que participarán en la misa al aire libre que oficiará el Papa por la tarde.

A la ciudad acudieron tanto fieles de toda España como participantes en el Camino de Santiago, una de las peregrinaciones más importantes del cristianismo, y coincidiendo con el Año Santo, que la iglesia Católica celebra cuando el 25 de julio, festividad de Santiago, cae en domingo.

Tras la eucaristí­a del sábado, el Papa viajará a Barcelona (noreste), donde el domingo consagrará el templo de la Sagrada Familia, inacabado después de 128 años del inicio de su construcción.

La fe «inspiró al genial arquitecto Antoni Gaudí­ a emprender (…) esa maravilla que es el templo de la Sagrada Familia. Tendré la dicha de consagrar ese templo», recordó el Papa este sábado.

El Papa viene a España en un momento en que el peso del catolicismo ha caí­do en picado desde que terminó la dictadura del general Francisco Franco (1939-1975) y aquella dejó de ser la religión oficial.

Desde la Constitución de 1978, España es un Estado aconfesional y actualmente el 73% de la población se declara católica, frente al 80% hace ocho años.

La visita del Papa también tiene lugar meses después de la entrada en vigor en España de la ley de ampliación del aborto, que provocó las protestas del Vaticano.

Esta ley, junto a la del matrimonio entre personas del mismo sexo, han sido las más polémicas de un paquete de medidas de corte social que el gobierno socialista de José Luis Rodrí­guez Zapatero ha tomado desde el inicio de su primer mandato, en 2004.

Esas dos leyes también levantaron las protestas de la jerarquí­a de la Iglesia española, los católicos más tradicionales y el conservador Partido Popular (PP, en la oposición), que las ha recurrido ante el Tribunal Constitucional.

PEREGRINAJE El fervor y las ganas de ver al Papa


Miles de personas, desde niños a ancianos, acudieron hoy a Santiago de Compostela, muchas de ellas pasando la noche al raso, para acompañar al Papa Benedicto XVI en su visita a la capital gallega para coronar el Año Santo Compostelano.

«Estamos emocionados. Es todo un acontecimiento», dijo José Antonio, un monje benedictino de 30 años del monasterio de Samos, que fue el primero en coger sitio en la Plaza del Obradoiro frente a la catedral, donde Benedicto XVI oficiará una misa por la tarde.

Junto a sus compañeros, Juan Luis y Luis Alberto, armados sólo con un pequeño taburete en el que se han «ido turnando para dormir», los tres religiosos se apostaron a las 18h30 del viernes en la cola, donde aguantaron hasta las 8h00 locales (7h00 GMT) de este sábado en que se permitió la entrada a la plaza.

Como ellos, miles de personas han pasado la noche al raso para asegurarse una de las alrededor de 7.000 sillas dispuestas por la organización para el público en la plaza.

«El entusiasmo ha vencido al cansancio. He pasado una noche agradable», asegura Abelardo Gómez, una anciano de 73 años que ha llegado a Santiago caminando los más de 400 kilómetros que separan Valladolid de la capital gallega.

Los cánticos religiosos, los juegos de los fieles más jóvenes y las consignas festivas como «Â¡Esta es la juventud del Papa!» ayudaron a pasar la frí­a noche de Santiago, que recibió al Sumo Pontí­fice con una densa niebla compostelana sobre las 11h30 locales (10h30 GMT).

Santiago se ha engalanado como nunca para estar con el Papa con pancartas de «Bienvenido Santo Padre» o las pancartas que rezan «Danke (gracias en alemán, ndlr) Padre. Peregrino de la Fe» junto al arzobispado de Santiago, frente al cual se ha elaborado una alfombra de flores, tí­pica de la celebración del Corpus Cristi.

Tras su llegada, el Pontí­fice mostró su cara más cercana y rompió el protocolo al bendecir a tres bebés que le acercaron cuando ya se encontraba en el «Papamóvil», con el recorrió los 10 kilómetros que separan el aeropuerto de la catedral a una velocidad algo rápida que decepcionó a alguno.

«No iba a 15 (km) por hora», se lamentó Lucí­a, una mujer que se habí­a apostado en la carretera, en la entrada a Santiago por la que llegan los peregrinos del Camino Francés, por la velocidad con la que el blanco vehí­culo papal pasó a su lado.

«Llevo aquí­ desde la nueve de la mañana», aseguró Lucí­a a la AFP, acompañada de su amiga Lola, con quien decidió ver la llegada del Papa y no acudir a la Plaza del Obradoiro porque «aquello está muy masificado, hay demasiada gente».

«Seguiremos las misas por las pantallas gigantes», que el ayuntamiento ha colocado en varios lugares de la ciudad.

Marí­a José Escobar, de 37 años, también vio pasar a Benedicto XVI, pero reconoce que «estaba más emocionada con Juan Pablo II». «Nos atraí­a más, era más cercano, más cariñoso».

Globos blancos, amarillos y azules, unidos a innumerables banderines de Galicia y el Vaticano ondeados por los fieles acompañaron a Benedicto XVI en su desplazamiento hasta la catedral, donde salió a saludar a los fieles congregados en la Plaza del Obradoiro, antes de visitar al Santo Apóstol.

Vestido con su habitual sotana blanca, cubierta con una esclavina roja, sobre la que por un momento le vistieron con una marrón con la cruz de Santiago y la concha de vieira, sí­mbolos del peregrino, el Pontí­fice se postró y oró ante la tumba que contienen los restos del Apóstol Santiago, descubiertos según la tradición entre los años 820 y 830 de nuestra era por el Obispo Teodomiro.

La presencia de Benedicto XVI en Santiago, antes de viajar a Barcelona, donde el domingo consagrará el templo de la Sagrada Familia, es la culminación del Año Santo Compostelano, que se celebra cada vez que el dí­a del Patrón de España, el 25 de julio, cae en domingo, algo que no volverá a ocurrir hasta dentro de 11 años.

Tras su mañana, eminentemente protocolaria, el Papa concelebrará una multitudinaria eucaristí­a al aire libre, desde el inmenso altar levantado en una esquina de la Plaza del Obradoiro, para la que miles de personas llevan esperando horas.