«San Juan Crisóstomo decía -cuando la primera mujer habló, provocó el pecado original. Y San Ambrosio concluía -si a la mujer se le permite hablar de nuevo, volverá a traer la ruina al hombre. La Iglesia Católica les prohíbe la palabra, los fundamentalistas musulmanes les mutilan el sexo y les tapan la cara, los judíos ortodoxos empiezan el día agradeciendo -gracias Señor por no haberme hecho mujer. Ellas saben coser, bordar, sufrir y cocinar. Son hijas obedientes, madres abnegadas, esposas resignadas. Durante siglos o milenios ha sido así aunque de su pasado sabemos poco».
Eduardo Galeano
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Veinte años. ¿Qué se puede hacer a esta edad en los países de América Latina? Las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales han obligado a la juventud a formar buena parte de las estadísticas de desempleo, analfabetismo y de mortalidad materna. La juventud es el blanco perfecto para el narcotráfico, la explotación laboral, la trata de personas y la explotación sexual.
Sin embargo, delante de la jefatura de la Policía de Praxedis, Guerrero, existe hoy una chispa de juventud, una gran mujer. A sus 20 años Marisol Valles García aceptó la responsabilidad de dirigir la jefatura de la Policía en esta región fronteriza con los Estados Unidos y una de las regiones más peligrosas y violentas de México. Ningún hombre, ni adulto, ni experto en tema de seguridad pública quiso asumir el reto.
Cuando la prensa la entrevistó, Marisol reconoció que tiene temor y no mintió. Con la naturalidad de su juventud declaró a quienes esperaban sus palabras, «aquí toda la gente tiene miedo, todos tenemos miedo».
Marisol cuenta con dos características que la perfilan como candidata a la exclusión: joven y mujer. Pero no solamente eso. A su corta edad Marisol es casada y madre de un bebé. Una vez más el estigma que pesa sobre las mujeres casadas y con hijos no encuentra eco. Millones de veces he escuchado mencionar que «las mujeres solteras pueden desempeñar mucho mejor una tarea en comparación a las mujeres casadas», «las mujeres que tienen hijos ven clausurados sus sueños y metas profesionales, académicas y personales» y que «cuando las mujeres se ocupan de los hijos y del marido, ya no tienen tiempo para ellas mismas». Abuelas, madres y maestras de Educación para el Hogar, me alegra decirles que de nuevo se equivocaron.
Marisol, no solamente es mujer, esposa, madre y joven. Marisol es estudiante de criminología. Y aunque asegura que ha tomado el cargo con miedo, casi sin dinero y sin escolta, su seguridad se basa en los ideales que mantiene, en la mística de la no violencia y en su fuerte convicción sobre la importancia de la organización social y comunitaria para el combate a fondo de la violencia y la criminalidad.
Y ante las opiniones que dudan sobre el desempeño exitoso de su labor debido a su corta edad e inexperiencia, ella manifiesta que «no importa la edad sino lo que uno cree, sus valores y sus sueños». Ella ve en este trabajo la oportunidad de concientizar a la demás juventud, a padres y madres, a la niñez y a los adultos sobre la importancia que tiene un núcleo familiar fortalecido como base fundamental de la sociedad, además de convertirse en un espacio donde se promueva una cultura de tolerancia y una cultura de paz.
Bien por ella, bien por México, bien por América Latina. Marisol experimentará un trabajo difícil, pero no por ello imposible. La valentía de Marisol me hace sentir mucho más orgullosa de ser joven, pero sobre todo, de ser mujer. ¡Gracias a la vida por habernos hecho mujeres!