Tras el respiro



Para muchos guatemaltecos que no quieren que se siga hablando del tema del Estado fallido, de los escuadrones de la muerte y la limpieza social, de la impunidad y corrupción, ver al Air Force One levantar el vuelo les debe haber arrancado más de una lágrima porque aunque en fechas muy próximas vienen otros jefes de Estado y la reunión del BID en nuestro paí­s, nada competirá con la visita de Bush en cuanto a distractor para alejar del debate nacional las cuestiones fundamentales.

Y sabido es que los guatemaltecos no andamos con muchos intereses a la hora de tener que resolver problemas de fondo y estructurales. Una cosa es salir a pintarrajear paredes y repetir consignas contra el imperialismo y otra muy distinta es participar para exigir que las cosas cambien en nuestro paí­s, para reclamar a los polí­ticos un poco de seriedad y compromiso a la hora de hacer sus planteamientos electorales.

Obviamente no era el cometido de la visita de Bush distraer a la opinión pública ni sacar del escenario la muerte de los diputados salvadoreños o la de los agentes de la PNC que participaron en la ejecución de los miembros del partido Arena, pero aunque no haya tenido ese propósito, su efecto fue cabalmente el de alejar a todo mundo, empezando por los medios de un debate que para mucha gente se habí­a vuelto cansón y repetitivo, además de contribuir con propagar esa «mala imagen» de Guatemala que para muchos es culpa de una prensa que se ocupa de publicar noticias negativas. En otras palabras, gente que piensa que lo malo no es que aquí­ maten impunemente, sino que lo malo es que la prensa lo publique porque ello aleja al turista, al inversionista y nos deja mal parados ante el mundo.

Todos admiten y saben que la visita del mandatario norteamericano no dejó nada en concreto, pero se ha hablado y debatido tanto al respecto como si fuera uno de los eventos cruciales en el acontecer nacional. Mucho más importante, de hecho, que cualquier otra de las cuestiones que tenemos pendientes en la agenda y que debieran reclamar nuestra enfocada atención.

Escarbar en nuestra realidad para que afloren nuestras miserias ha sido siempre calificado como un gesto de mal gusto en nuestro medio; por ello nunca encaramos nuestros problemas ni estamos listos para trabajar para resolverlos, pues es más cómodo y corriente que la basura la escondamos bajo una alfombra que tener que hacer la verdadera limpia del paí­s.

Y no es culpa sólo de los grupos que pueden considerarse como parte del poder paralelo, sino también de la misma población que elude el compromiso y la acción que le obligarí­a a participar ordenada y disciplinadamente. Ya dijimos que es más grato y placentero participar en el bochinche que en una denuncia seria que reclame decisiones polí­ticas que permitan soñar con un paí­s que sea viable.