Un reducido equipo de dirigentes del ala moderada del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), con un líder de los partidos aliados, tomará las riendas de la transición presidencial en Brasil entre Luiz Inacio Lula da Silva y su sucesora Dilma Rousseff.
La flamante presidenta electa anunció esta semana las grandes líneas económicas y sociales de su gobierno, y al triunvirato de líderes moderados del PT (izquierda) que comandará la transición: el presidente del partido José Eduardo Dutra, el secretario nacional, José Eduardo Cardozo, y el diputado Antonio Palocci.
Se suma el vicepresidente electo, Michel Temer, un abogado de 70 años que es el máximo líder del gigante Partido de Movimiento Democrático (PMDB, centro), conocido por su avidez por el poder y que consiguió ser el aliado necesario de todos los gobiernos brasileños en los últimos 16 años.
«El equipo de transición integrado por políticos del ala moderada del PT es visto con buenos ojos por los sectores económicos; mientras que la inclusión del vicepresidente electo Michel Temer comprueba que uno de los problemas de Rousseff en la Presidencia será administrar la disputa por poder entre el PT y el PMDB», dijo a la AFP el analista de MCM Consultores Ricardo Ribeiro.
La estrella de esa transición que terminará con la investidura de Rousseff el primero de enero es Antonio Palocci, el carismático artífice de la política económica de Lula, de 50 años, que fue su ex todopoderoso ministro de Hacienda, pero que en pleno auge de popularidad tuvo que dejar el gobierno en 2006 por acusaciones de que usó su cargo para violar un secreto bancario.
Fue absuelto en 2009.
«El mercado adora a Palocci», resume Ribeiro.
El presidente del PT José Eduardo Dutra, un ex sindicalista de 53 años, es el más cercano a la presidenta electa: presidió la estatal Petrobras cuando ella era ministra de Energía, y luego defendió su candidatura para suceder a Lula y la coalición con el PMDB que tenía resistencias en el partido.
José Eduardo Cardozo, profesor de derecho y diputado de 48 años, defiende una gran reforma política para reducir la corrupción y representa a las corrientes que buscaron la renovación del PT tras los escándalos de financiación ilegal de 2005.
Rousseff anunció esta semana las grandes líneas de su futuro gobierno, que es visto como una continuación del Ejecutivo de su padrino político Lula que sale con más de 80% de popularidad.
En el área social, Dilma Rousseff ha dicho que su prioridad es acabar con la miseria, en la que viven más de 20 millones de brasileños. También anunció un sustancioso aumento del salario mínimo para final de 2011 y dijo que ampliará los programas sociales con los que Lula sacó a 29 millones de la pobreza.
En economía, se ha comprometido con el ahorro público, el control de la inflación y tasas elevadas de crecimiento económico para el país que aspira a convertirse en la quinta economía del mundo en los próximos años y que recibirá la Copa del Mundo de 2014 y las Juegos Olímpicos de 2016.
El diario económico Valor aplaudió este jueves los anuncios de Rousseff, considerándolos «señales prometedoras» para la economía.
Aún así, «los recelos que el mercado tiene son que no lleve adelante un importante ajuste fiscal de control del gasto público y que avance en la participación del Estado en la economía», explicó Ribeiro.
Otro problema que enfrentará la presidenta, añade, es la gran valorización del real, «que se está tornando un obstáculo para la industria».
Lula dio este jueves el pistoletazo de salida al cambio de gobierno, en una reunión ministerial en la que pidió a sus ministros que favorezcan una transición «tranquila» y «transparente».