Culto al miedo inspirado en la Inquisición española


Afiche de una de las pelí­culas de

La saga «Saw», cuya desenfrenada violencia ha marcado el cine de terror de los años 2000, alcanza con la última entrega, «Saw 3D», un «gran final» fiel a las escenas de tortura que le dieron éxito a la serie y que los guionistas afirman se inspiran en la Inquisición española.


El séptimo y último episodio de «Saw» («El juego del miedo»), que se estrenó recientemente en Norteamérica, México y Argentina, pone punto final a la serie de pelí­culas de terror más rentable de la historia del cine, con ingresos acumulados mundiales de cerca de 750 millones de dólares.

Patrick Melton y Marcus Dunstan firmaron todos los guiones de la saga desde «Saw 4» (2007), reeditando la fórmula de su éxito: fuerte unidad de lugar, golpe teatral final y los famosos instrumentos de tortura mortales que elaboran el psicópata Jigsaw (Tobin Bell) y sus esbirros para asesinar a sus ví­ctimas.

«í‰ramos fanáticos de las tres primeras pelí­culas», declaró a AFP Marcus Dunstan. «Como todo el mundo, amamos el lado misterioso del filme y el golpe teatral final, que intentamos reproducir en cada pelí­cula», dijo.

«Con «Saw 3D» quisimos darle a la serie un gran final, cerrar la historia de Jigsaw y de su vida. El filme da realmente un sentimiento de conclusión», explica Patrick Melton.

La coherencia narrativa de las siete «Saw», poco común para una saga de pelí­culas de terror -excepto los «Scream» de Wes Craven- se debe en parte a un original modo de producción que se acerca más a la serie televisiva que al cine, con un ritmo de producción muy rápida: una cinta al año.

«Los guiones son resultado de la colaboración permanente entre nosotros, el director, los productores y el estudio», explica Melton. «Es necesario porque la producción es tan rápida que no se puede perder tiempo», agrega.

Los instrumentos de tortura de Jigsaw -objeto de sitios web en los que los fanáticos comparan sus «cualidades» y las clasifican- son también sometidas a la aprobación de la producción, sobre todo por motivos de viabilidad. Pero la idea original siempre proviene de los guionistas. O casi.

«Tenemos varias fuentes de inspiración, en particular la Inquisición española. Aquellos tiempos difí­ciles proporcionan muchas ideas, y los instrumentos de tortura de la Inquisición son una fuente inagotable», asegura Dunstan.

«También nos paseamos por los pasillos de Home Depot (grandes tiendas estadounidenses especializadas en bricolaje) para ver herramientas. Uno se pregunta «Â¿Qué harí­a esto si te lo clavara en la cabeza?»», sonrí­e.

La serie dio nacimiento al género del cine de horror «de tortura» y ha suscitado mucha polémica. Sus detractores la acusan de hacer apologí­a de la violencia a través de una representación complaciente del sufrimiento.

Los escritores reconocen apenas «un giro en los filmes de horror en los años 2000». Pero según Melton, «el público tení­a, sobre todo, deseo de novedad y el primer «Saw» llegó en un buen momento».

Con la última entrega, la tecnologí­a 3D les permite dar una nueva dimensión a los instrumentos de tortura gracias a la sensación de «inmersión y profundidad».

La coherencia narrativa de las siete «Saw», poco común para una saga de pelí­culas de terror -excepto los «Scream» de Wes Craven- se debe en parte a un original modo de producción que se acerca más a la serie televisiva que al cine, con un ritmo de producción muy rápida: una cinta al año.