¿Por qué solo Oliverio?


Manolo Garcí­a Garcí­a, A1- 252550, Correo manologa@intelnet.net.gt

El martes doce de octubre asistí­ a la presentación del libro con la biografí­a de Oliverio Castañeda de León, indiscutiblemente un lí­der y figura paradigmática de la lucha estudiantil, pero que desafortunadamente algunos sectores le usan como bandera para generar simpatí­as polí­ticas y electorales. Estoy de acuerdo con estos homenajes. Me parecen muy merecidos. Pero creo que debiera hacerse también algo para averiguar qué pasó con Antonio Ciani Garcí­a, quien como Secretario de Organización de la AEU, asumió su conducción a la muerte de Oliverio, siendo secuestrado diecisiete dí­as después, el seis de noviembre de 1978. La muerte de Oliverio causó dolor e indignación en ese momento, pero el secuestro de Antonio causó muchos años de dolor, de angustia y de atropellos para su madre Ana Julia Garcí­a de León y su hermanita. Fueron muchos años viendo cuanto cadáver era llevado a la morgue. Sufriendo afrentas cuando lo buscaban en los centros de detención. La última vez que supe de ellas, después de varios años, todaví­a la madre deambulaba por las calles, todos los dí­as, porque alguien les dijo que habí­an visto a Antonio, algunas veces, conducido en la carrocerí­a de un camión. Antonio Ciani Garcí­a era estudiante de Derecho, de veinticuatro años, fue asesor especí­fico del Comité de Familiares de Desaparecidos y trabajaba en el IDESAC, unas de las primeras ONG de Guatemala, asesorando a comunidades y organizaciones de campesinos y pobladores urbanos. Si realmente se quiere honrar a los mártires estudiantiles, que se busque información sobre el paradero de Antonio Ciani Garcí­a y de tantos otros jóvenes que fueron esperanza de un futuro mejor y terminaron ofrendando su vida en aras de un sueño de justicia social y auténtica democracia. El sueño sublime de que, «que su pueblo fuera feliz aunque no tuviera permiso».