Una semana después de ser rescatados del fondo de una mina en Chile, los 33 mineros viven aún los ecos de la mediatizada experiencia, pero algunos comienzan a quejarse por la sobreexposición e incluso uno de ellos señaló que estaba mejor dentro del yacimiento donde estuvo encerrado por 69 días.
«A veces pienso que estaba mucho mejor dentro de la mina, porque toda esta situación me tiene muy nervioso y no puedo dormir bien», declaró el minero Omar Reygadas, de 56 años, al diario El Mercurio, demostrando su hastío por el frenesí mediático que se ha generado tras su rescate.
Medios de prensa de todo el mundo cubrieron en vivo el exitoso operativo de rescate que terminó el miércoles de la semana pasada al cabo de 22 horas y una vez que finalizó se volcaron sobre ellos, ávidos por conocer de primera fuente cómo fueron esos 69 días de encierro.
De vivir en un ambiente protegido al interior de la mina San José -comparado con el útero materno-, los mineros pasaron entonces a experimentar los rigores de la fama, con cientos de cámaras de televisión apuntando constantemente sobre ellos y poco espacio para descansar, como les recomendaron los sicólogos que los trataron.
Si bien hay algunos que parecen gozar con el momento, muchos ya se declaran cansados del asedio.
«Estoy super cansado por el asedio de la prensa, los compromisos con las autoridades, los viajes. Esperemos que esto pase pronto y se calme todo», señaló el minero Mario Gómez, el mayor del grupo de 63 años.
«El acoso de la prensa nacional y extranjera ha sido bastante extensa. Sólo soy un minero. Esto de la fama no es para mí. Por favor ayúdenme», declaró de su lado el minero Mario Sepúlveda, el más histriónico de sus compañeros y el segundo en salir del yacimiento.
Sepúlveda dio una entrevista exclusiva al canal ABC de Estados Unidos, mientras que Reygadas fue la figura principal de un programa estelar de la Televisión Nacional de Chile junto a Mario Gómez.
Cuatro mineros -Ariel Ticona, Víctor Segovia, Esteban Rojas y Pablo Rojas-, viajaron a España para participar este jueves de un programa especial de la cadena privada Antena 3, con una duración de más de cuatro horas.
Todos además asistieron la noche del martes un fiesta organizada por un excéntrico empresario minero, que antes de ser rescatados les donó a cada uno un cheque por 10.000 dólares y en la celebración les obsequió a todos una moto.
La evidente falta de espacio para descansar preocupa a los especialistas.
«Lo que más ha afectado a los mineros es la falta de descanso. Se les había pedido que tuvieran un régimen especial por al menos 15 días pero por esta cosa mediática no han tenido este espacio», explicó a la AFP el sicólogo Alberto Iturra, jefe del equipo de apoyo a los mineros rescatados.
«Necesitan descansar y nosotros los vamos a acompañar todo el tiempo que sea necesario», agregó el experto, sobre las terapias que requieran los mineros para superar primero el trauma del encierro y luego enfrentarse de golpe a una nueva realidad.
La súbita fama de los mineros era previsible, al igual que el deseo de alguno de ellos por volver a la mina San José, según Iturra.
«Lo anunciamos en algunas consideraciones previas. Es natural que después de que pasen cinco o seis días comiencen a echarse de menos entre ellos y extrañar la mina, donde había mucho más paz y tenían control del espacio», explicó el sicólogo.
Pero en uno o dos meses, su vida debiera retornar a la normalidad.
«Es una ilusión pensar que esto les va a cambiar la vida. Dentro de un mes o dos meses, muchos van a estar pensando en volver al trabajo de minero», concluyó el experto.
Padres, madres y esposas de los mineros ecuatorianos íngel Vera y Pedro Mendoza sufrieron seis días de pena y de dormir en improvisados dormitorios para ser informados ayer que sus familiares habían muerto en un socavón a 150 metros de profundidad.
«Â¡Ay Dios mío! ¿Por qué?», fue el grito hiriente que una mujer lanzó al conocer que Vera falleció a causa del derrumbe en una galería del yacimiento aurífero Casa Negra, en Portovelo, 405 km al sur de Quito y cerca de la frontera con Perú.
íngel (29 años) era uno de los cuatro obreros que quedaron atrapados el viernes pasado por el derrumbe de toneladas de lodo y tierra en el interior de la mina, la más antigua en ser explotada industrialmente en Ecuador, desde finales del siglo XIX.
El minero era hermano de Walter Vera, el jefe del grupo que murió aplastado por el derrumbe junto al obrero peruano Paúl Aguirre (21), cuyos cuerpos habían sido rescatados el sábado pasado.
Con sus manos juntas como pidiendo perdón y mirando al cielo, la madre de íngel preguntaba una y otra vez «Â¿Por qué, por qué?», sin recibir respuesta de la gente, que lloraba en forma inconsolable al conocer que los socorristas habían encontrado su cadáver en un sitio de la mina en el que sobrevivió inicialmente junto a Mendoza.
Ambos se habían salvado del derrumbe porque realizaban trabajos por encima del túnel que se desmoronó.
La familia de Mendoza vivió una situación similar cuando uno de los mineros que realizaba tareas de rescate salió de la galería para informar que habían localizado muertos a sus compañeros, quienes habrían fallecido por falta de oxígeno.
«Vivimos momentos muy duros. A medida que pasa el tiempo aumenta la desesperación y la angustia porque no hay nada alentador», había dicho a la AFP en la mañana Pedro Mendoza, tío del minero atrapado del mismo nombre.
En la noche, su rostro se desencajó. «Los padres de íngel están devastados, la madre mal de salud, ojalá no empeore», indicó.
Mientras íngel Vera (tres hijos) trabajaba desde hace años para la empresa Minesadco, propietaria de la mina, Mendoza apenas había cumplido un mes de tareas.
Walter era un veterano en la compañía y dejó tres hijos, el último de 26 días de nacido.
Giorge Ramírez, líder de la cuadrilla que luchó contra el tiempo en el rescate, fue quien despejó el acceso al lugar donde estaban los cuerpos de íngel y Mendoza. «Estaban con sus cascos puestos y sin ropa, tal vez por el calor que hace», de más de 40 grados centígrados dentro del socavón, señaló.
«Estaban fresquitos (recién fallecidos)», añadió Ramírez.
El martes, el técnico César López había advertido que los atrapados tenían oxígeno hasta este miércoles, con lo cual encendió el alerta en autoridades gubernamentales y representantes de la minera Minesadco, quienes aún tenían esperanzas de encontrarlos vivos.
«Es que es bien caliente abajo (en la mina) y falta el aire, además fueron seis días», precisó Ramírez.
Para dar pistas de su paradero, los mineros atrapados habían dejado algunas señales: Las linternas con batería para unas doce horas que estaban descargadas y atadas entre sí, y colocadas dentro de una bota.
«No pudimos llegar a tiempo», expresó un minero que participó en la localización de los cuerpos, mientras su voz se le entrecortaba y los ojos se le humedecían.
Tres mineros se desmayaron en el momento en que los cadáveres eran evacuados hacia el exterior del yacimiento.
Acongojado, el viceministro de Hidrocarburos, Carlos Pareja, dijo a la AFP que «lamentablemente las labores de rescate culminaron con un saldo trágico. A los cuatro mineros los encontramos muertos», precisó.
«Nos faltó un poquito de tiempo», señaló Pareja, quien permaneció en la mina Casa Negra desde el viernes pasado, día del accidente.
Pareja anotó que el presidente Rafael Correa quedó «destrozado» tras conocer la noticia. Horas antes, Correa había visitado el yacimiento para solidarizarse con los familiares de los mineros.
El accidente minero de Portovelo, una rica zona aurífera de la frontera ecuatoriana con Perú, se produjo tras el exitoso rescate hace una semana de 33 mineros que habían quedado sepultados desde el 5 de agosto a más de 600 metros de profundidad en el yacimiento chileno San José, en el desierto de Atacama.