Si el hombre sueña que la violencia y la guerra lo llevarán a la paz, esos son sueños más que imposibles. Hitler, por medio de una guerra y un terror, que van más allá de lo estúpido, luchó por dominar el mundo. Yo sé perfectamente que hay espíritus de hombres que fueron forjados en los talleres de los dioses, para mí, ellos fueron Buda, Confucio, Cristo, y modernamente, Mahatma Gandhi; desde todo punto de vista y sin temor a equivocarme reconozco que son mejores que yo. La paz viene del espíritu que la practica, volcando todos sus dones y virtudes, en la más grande de las expresiones que es el amor a sus semejantes; tales hombres somos incomprendidos, porque dentro del más grande de los raciocinios, guardamos el más grande de los silencios a quienes hicimos el favor. Las causas hitlerianas, desde sus inicios, son causas perdidas para todos aquellos que las practiquen.
Yo sé que las verdades que digo jamás deberán de ser señaladas como falacias, prefiero decirlas y no mentir ni engañar a otros; sé por experiencia propia, que la verdad triunfa sobre el mal.
No soy el hombre que abraza sueños y espejismos, con ser un conquistador de mentes y corazones, con mis humildes razones; reconozco que nací con corazón desmaterializado y desinteresado, no pretendo, pues, ser un conquistador de imposibles. Demuestro con las verdades que no soy el juguete ni el títere de nadie; no pago con monedas falsas, para que después sea un lujo para los demás, lanzarlas a mi faz. Simplemente deseo demostrar que sobre de todo bien o mal, y únicamente a través de la lógica de la razón pura, el triunfo final es del Eterno.
Los que no viven bajo el amparo de las leyes universales de Dios, irreversiblemente morirán bajo la sombra de la justicia de esas leyes. Es una obligación para mi persona, y debo de reconocerlo hasta con la mayor de las humildades, que si me equivoqué, fue porque los demás me mintieron y engañaron muy cruelmente.