«Nunca pensé que el agua llegaría hasta aquí pero ahora ya la tengo a la rodilla», dice a la puerta de su casa, en el municipio de Tipitapa, Julio Arce, uno de los afectados por el crecimiento inédito en el nivel del lago Xolotlán, y su desaguadero el río Tipitapa.
La casa de Arce, contigua al edificio que alberga la alcaldía, también bajo agua, es ahora el límite del río Tipitapa, por cuyo cauce circulan 175 m3 de agua por segundo provenientes del lago Xolotlán, según datos del Instituto Nicaragí¼ense de Estudios Territoriales (Ineter).
El Xolotlán, el menor de los lagos de Nicaragua, ha crecido hasta 42,72 m sobre el nivel del mar, 4 m por encima de su nivel normal, como consecuencia de las lluvias que han provocado desborde e inundaciones en todo el país y que dejaban hasta el lunes 68 muertos y casi 10.000 afectados.
El único habitante de la casa es un periquito que revolotea asustado en su jaula, mientras Julio, vestido de pantalón corto y sentado en la acera opuesta, solo espera clemencia divina para que el agua no destruya su vivienda, aunque tenga que esperar cuatro o cinco meses para volver a habitarla cuando bajo el nivel de las aguas.
Guillermo Villavicencio, vecino de Arce, se siente un poco más afortunado, porque aún vive en su casa -aunque el patio «parece una enorme piscina»- gracias a la tregua de tres días que han dado las lluvias.
En la misma calle se pueden ver decenas de casas inundadas y abandonadas por sus habitantes, que han buscado refugio en casas de familiares o albergues temporales, abiertos por el gobierno para atender a los afectados.
El centro turístico Los Baños Termales de Tipitapa, dotado de piscinas de aguas calientes y sulforosas y saunas naturales con vapores que emanan de las entrañas de la tierra, estaba completamente cubierto por las aguas del río.
A la orilla de la carretera que conduce de Managua a Tipitapa, varios lugares de recreo, edificados junto a los riachuelos que descargan aguas en el Xolotlán, estaban inundados o habían desaparecido.
El lago, que antes de este invierno estaba bastante lejos de la carretera Panamericana norte, ha inundado areas cultivables y amenazaba con llegar hasta la vía internacional a la altura del kilómetro 20.
En medio de la tragedia, cientos de personas intentan atrapar los peces que traen las enfurecidas corrientes en el sector de la bocana (donde se unen el lago y el río) sobre la carretera Panamericana, como un medio de obtener alimento e ingresos.
«La pesca está buena ahora porque en otro tiempo (los peces) son escasos», dijo Francisco Estrada, de oficio panadero pero convertido a pescador fortuito porque puede obtener al día 18,50 dólares del producto de su nuevo trabajo.
«Con esto estoy ganando más de lo usual en un día», dijo con regocijo Rosa Montoya, que -acompañada de dos vecinos- se dedica a la pesca.
Varios barrios asentados en la costa del lago han sido desalojados tras la llena del lago. Según las cifras oficiales superan en 6.000 los afectados por este fenómeno que podría crecer por la continuidad de las lluvias en octubre.
En el malecón de Managua, donde operan decenas de bares y un puerto recién construido por el gobierno, las autoridades trabajan frenéticas en la colocación de un muelle flotante luego de que las obras de infraestructura construidas en el lugar fueron rebasadas por las aguas.
El proyecto habitacional «Casas para el Pueblo», una de cuyas etapas está construida frente al malecón, estaba amenazado de quedar bajo las aguas y se hacían esfuerzos por contener su avance con la construcción de una valla.
El Teatro Nacional Rubén Darío, una de las edificaciones culturales más importantes de Managua, también corre el riesgo de ser inundado de continuar las lluvias.