Partidarios activos de la energí­a nuclear



Pese a la catástrofe de Chernobil, geográficamente cerca, los ex paí­ses comunistas de la Unión Europea continúan siendo fervientes partidarios de la energí­a nuclear y se lanzan a la construcción de nuevos reactores.

En su caso, Lituania consiguió convencer a sus vecinos bálticos, Letonia y Estonia, y también Polonia, para financiar e instalar conjuntamente en su territorio al menos dos reactores de una potencia de 3.200 megavatios, con una puesta en marcha hacia 2015.

En Eslovaquia, la eléctrica italiana Enel, que controla el ex productor público Slovenske Elektrarne, acaba de comprometerse en la construcción para el año 2013 de dos nuevos reactores en Mochovce, en el oeste del paí­s.

El gobierno de Rumaní­a se propone igualmente aumentar su producción de electricidad nuclear, con la entrada en servicio durante este año 2007 de la segunda fase de la central de Cernavoda (sureste), de tecnologí­a canadiense. Y, para 2014, proyecta la construcción de otras dos centrales.

Por su parte, Bulgaria firmó a finales de noviembre un acuerdo con la sociedad rusa Atomstroyexport para la instalación en Belene, en el Danubio, de una nueva central provista de dos reactores de nueva generación de mil MW para 2013.

Si se llevan a cabo todos estos proyectos, todos los ex paí­ses comunistas que entraron recientemente en la UE dispondrán de electricidad nuclear de aquí­ a ocho años, sea con centrales en su territorio o a través de una asociación, como en el ejemplo báltico.

En cambio, siete de los quince paí­ses que ya estaban en la UE prefieren no recurrir a esta controvertida tecnologí­a por sus potenciales riesgos y los residuos que se mantienen radiactivos durante centenares de años. Otros, como Suecia o Alemania incluso han optado por la salida total del nuclear.

Durante las negociaciones de adhesión, los quince exigieron el cierre progresivo de varias centrales de tecnologí­a soviética, en Eslovaquia, Lituania -donde se implantó un reactor gemelo al de Chernobil, Ignalina- y, ahora, Bulgaria.

Pero, en el este de la UE, los expertos del nuclear, formados en su mayorí­a en la escuela soviética, saborean ahora su revancha.

El agotamiento a medio término del petróleo, las inquietudes sobre el cambio climático y la arrogancia de Rusia, que aprovecha sus enormes yacimientos de gas y crudo, vuelven a ganar puntos para el nuclear en el interior de la UE.

En los nuevos paí­ses miembros, la prioridad es librarse de la dependencia rusa porque desconfí­an de las intenciones futuras de Moscú.

«Sin nuclear, podrí­amos sobrevivir pero nuestra dependencia del gas aumentarí­a significativamente», explica Saulius Specius, consejero para la energí­a del gobierno lituano.

En este paí­s, el gas procede al 100% de Rusia y cubre el 30% de sus necesidades energéticas. Sin la energí­a nuclear, esta dependencia se incrementarí­a al 50%.

Los dirigentes de estos Estados pueden apoyarse en la indiferencia de sus electores sobre el tema. Las encuestas del Eurobarómetro para la Comisión Europea muestran que la población en los paí­ses que se acaban de adherir a la UE es mucho más favorable al nuclear que en los antiguos.

Es decir, mientras los austriacos se dicen masivamente opuestos, sus vecinos húngaros, eslovacos o checos se manifiestan mayoritariamente a favor de esta energí­a.