Resultados de encuestas no siempre son certeros


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Era la mañana del 26 de marzo de 1990. El que posteriormente fue presidente Jorge Serrano Elí­as (y, luego, defenestrado del poder), delegado de los partidos polí­ticos de oposición en la desaparecida Comisión Nacional de Reconciliación (presidida por el ahora cardenal emérito Rodolfo Quezada Toruño); el abogado Mario Permuth, en calidad de “ciudadano notable” (juntamente con la recordada Tere de Zarco), y Eduardo Villatoro, secretario ejecutivo de la CNR, viajábamos de Amsterdam a Oslo, donde los comisionados de este ente, representando al Gobierno del presidente Vinicio Cerezo, entablarí­amos negociaciones con comandantes de la URNG, después de unos tres años de intensas y veces frustrantes, encuentros extraoficiales, con el objetivo de poner fin a la guerra interna.

Eduardo Villatoro

 


Con Serrano Elí­as conversábamos acerca de los resultados de la encuesta levantada a principios de marzo. í‰l deseaba conocer mi opinión imparcial al respecto. Le dije que se encontraba en deplorable posición, con apenas el 1 % de las intenciones de voto; pero como faltaban siete meses para las elecciones, repuse que aún tení­a expectativas, dependiendo de ciertos acontecimientos.

Se interesó de mi observación y preguntó qué deberí­a suceder para abrigar una remota esperanza. Le indiqué que, entre otros elementos, podrí­an ocurrir en el futuro inmediato y mediato dos hechos importantes. El primero, retornar de la capital noruega con un acuerdo firmado con la insurgencia, y, el segundo, que el general Efraí­n Rí­os Montt no fuera inscrito candidato presidencial, en vista de que él prácticamente contaba con la mayorí­a del electorado evangélico, es decir, el voto duro de los protestantes y otros sectores de derecha.

En Oslo firmamos el 30 de marzo de 1990 el Acuerdo Básico para la Firma de la Paz por Medios Polí­ticos; a Rí­os Montt la Corte de Constitucionalidad le negó su inscripción, y otro factor vital consistió en que el presidente Cerezo sostuvo un diálogo por TV con Serrano Elí­as, excelente orador, pero mucho más fluido y convincente el gobernante de entonces, quien se habrí­a dejado vencer por el candidato del MAS en la lid retórica.

Coincidentemente, así­ como la señora Sandra de Torres sufrió repentina apendicitis en un momento inoportuno, el candidato oficial de entonces, señor Alfonso Cabrera Hidalgo, el menos capaz Ministro de Relaciones Exteriores que haya ocupado ese cargo en la historia del paí­s y quien ahora aparece pavoneándose en su calidad de presidente de la Asociación de Constituyentes, exigiendo legitimidad, integridad y moralidad (¡ver para creer!) en la inscripción de candidatos presidenciales, cayó enfermo de una severa pancreatitis, lo que terminó por acabar con sus ilusiones de suceder al presidente Cerezo.

Eliminados Rí­os Montt y Cabrera Hidalgo del tablero electoral, quedaron como los contendientes más sólidos el malogrado periodista Jorge Carpio Nicolle, fundador de la Unión del Centro Nacional (no de la caricatura actual); el ex y todaví­a alcalde capitalino ílvaro Arzú, del PAN original, y Serrano Elí­as, quien habí­a captado el voto evangélico, relativamente dividido por la candidatura presidencial del ahora pastor Fernando Leal.

En la primera vuelta Carpio Nicolle obtuvo el primer lugar, con el 21.3 %, y Serrano Elí­as quedó de segundo, con el 24.1.%. Pero Serrano Elí­as ganó en la segunda ronda con el 78.8 % de los sufragios. (En marzo, recuérdese, registró el 1 % de intenciones de voto). Carpo Nicolle alcanzó el 31.9 % en la segunda vuelta.

Los resultados de 1990 podrí­an motivar reflexiones acerca de las encuestas actuales.

(El maestro Romualdo le pregunta al hijito de un polí­tico: -Cuáles son los movimientos del corazón. El chico responde: -Mi papá dice que el corazón siempre está en movimiento, y sólo está parado en los muertos).