Los mitos de Paul Gauguin


La primera retrospectiva dedicada al gran maestro postimpresionista francés Paul Gauguin (1848-1903) en suelo británico en más de medio siglo, explora a partir del jueves los mitos que rodean a este artista tan reputado como controvertido en el museo Tate Modern de Londres.


«Gauguin: Maker of Myth» (Gauguin: Forjador de Mito) reúne más de un centenar de pinturas, dibujos, esculturas y cerámicas procedentes de colecciones públicas y privadas de todo el mundo, presentadas temáticamente a pesar de que abarca los diferentes periodos de la carrera de este precursor del arte moderno.

La exposición comienza con una selección de autorretratos representativos de las diferentes imágenes que el artista proyectó a lo largo de su intensa vida, dedicada en gran parte a buscar el paraí­so perdido, o un mundo no contaminado por las convenciones de Occidente, especialmente hacia el final de su vida en Tahití­ y en las islas Marquesas.

El público podrá descubrir así­ la evolución del exitoso agente de bolsa burgués que fue poco antes de que la crisis lo empujara a dedicarse a la pintura y a abandonar a su esposa y a sus cinco hijos, que se vio en diferentes momentos de su vida como artista total, campesino, tunante, Cristo o viejo sifilí­tico y decrépito poco antes de su muerte en las islas Marquesas, donde estableció «su casa del placer».

Gauguin «se dio cuenta muy pronto de que la propia historia de su vida tení­a potencial para dar «cachet» a su arte, o sea que está el mito de su persona», explicó a la AFP la comisaria de la exposición Belinda Thomas.

Pero la muestra no se interesa tanto por «su vida, como por los resultados de esa vida» en su creatividad, agrega.

Impresionista en sus inicios, Gauguin empezó a utilizar el color de una manera más expresiva y simbólica, y a simplificar su dibujo a partir de una estancia en 1886 en Bretaña, región que le cautivó a la vez por sus paisajes y también por sus tradiciones arcaicas y estereotipadas.

Destacan sobre todo de esa época «La visión después del sermón» (1888), en el que utiliza colores poco realistas para representar a un grupo devotas mujeres con tocados tradicionales asistiendo a una visión, o «El Cristo en el Jardí­n de los Olivos» (1889) en el que el artista se representa con pelo rojo.

Pero donde realmente desarrolló sus ideas sobre «la musicalidad del color», que mucho después de su muerte influyeron a fauvistas, expresionistas y otras corrientes, fue en Tahití­, un lugar que le decepcionó por estar demasiado «occidentalizado» pero que presentó en su obra como un paraí­so tropical..

Gauguin, nieto de la feminista Flora Tristán, vivió parte de su infancia en Perú, una experiencia que años después le llevó a buscar el sol del sur. «El Inca según la leyenda vino directamente del sol y allá es donde regresará», le escribió el artista a un amigo en 1888.

Algunas de las obras más icónicas de este periodo, el más famoso y prolí­fico de su carrera, pueden verse en la exposición, como «Dos Mujeres Tahitianas» (1899), «Nevermore O Tahití­» (1897), un gran desnudo clásico de una mujer tumbada elegido como portada del catálogo.

Después de la Tate, donde se podrá visitar hasta el próximo 16 de enero, la muestra se presentará en la National Gallery of Art de Washington (Estados Unidos).