Vestida con ropa tradicional de India, Nitia toca un armonio sentada en el suelo cerca de su madre, Ananda, que hace sonar un tambor, mientras esperan la llegada de otros devotos de Krishna a su casa-templo en la ciudad de Cartago, la capital católica de Costa Rica.
Ananda Krishna, cuyo nombre real es Ana Tijerino, y su hija Nitia, cuyo nombre es Neysi, son dos nicaragí¼enses que dejaron su patria para unirse a un movimiento surgido en India hace siglos y que ganó seguidores en Occidente en las últimas décadas, incluido el beatle George Harrison, entre los más famosos.
La madre, una simpatizante de la revolución sandinista que creció en un hogar católico, estudió Ecología en la universidad en Managua y trabajó siete años en el Ministerio de Recursos Naturales, pero su vida cambió hace 19 años cuando conoció a los seguidores de Krishna.
«Algunas personas dicen que es una religión, pero es todo un movimiento, un movimiento cultural, que no es sectario», dijo Ananda a la AFP en la sala de su casa, donde vive con su hija y su yerno, y donde está montado un altar con las deidades de los Krishna.
Este movimiento, que respeta a «toda entidad viviente», enfatiza la vida espiritual a través de cuatro pilares: no violencia, veracidad, limpieza y pureza.
«Pureza implica no consumir alcohol, drogas, café, cigarrillos ni sustancias estimulantes; veracidad quiere decir nada de juegos de azar, casinos ni apuestas», explicó Ananda, quien se levanta cada día a las 3 de la mañana para atender sus deberes religiosos, que incluyen la práctica de yoga.
El movimiento también promueve el celibato, condena «toda relación sexual ilícita», y en el sexo en las parejas casadas «hay ciertas reglas», agregó.
Una vez iniciados, los devotos de Krishna adoptan nombres en sánscrito, tomados de su libro sagrado, el Bhagavad-gita, y también hacen sus cánticos y oraciones en sánscrito.
Sin embargo, no han estado exentos de la influencia occidental y en América Latina las mujeres asumen muchas responsabilidades en el movimiento, algo impensable en India, dijo Ananda.
La comunidad Krishna busca crecer en Costa Rica, único país centroamericano donde el catolicismo es religión oficial, y sus miembros pretenden adquirir el próximo año una finca donde puedan vivir en comunidad, producir alimentos para autoconsumo y la venta, y practicar sus creencias.
Eso les permitirá dejar la casa-templo del barrio Agua Caliente de Cartago, 10 km al este de San José, antigua capital de Costa Rica y sitio del principal santuario católico del país, la Basílica de Nuestra Señora de Los íngeles, que congrega a dos millones de fieles cada 2 de agosto.
Sin embargo, el crecimiento del movimiento ha sido lento en Costa Rica, explicó Dhananjaya Das, un comerciante colombiano que reside desde hace 21 años en este país, y cuyo «nombre civil» es Mauricio Borges.
«El costarricense es «pura vida» y no está dispuesto a hacer sacrificios como no beber alcohol o levantarse a las 4 de la mañana para cumplir deberes» religiosos, dijo a la AFP.
En una ceremonia dominical equivalente a una misa católica, 25 devotos cantaron mientras danzaban (estaban siempre descalzos en la casa-templo), y varios vestían ropa tradicional de India, pero no todos.
Luego uno de ellos leyó y comentó un trozo del Bhagavad-gita, lo que generó un debate, antes de iniciar un suculento almuerzo (varios comieron sentados en el suelo), donde abundaron el arroz, las papas y varios vegetales, combinando recetas locales y de India.
La ceremonia comenzó al mediodía solo con tres personas y los otros miembros se fueron integrando con al menos 15 minutos de retraso: es que ni siquiera los devotos de Krishna han dejado atrás la impuntualidad, una tradición muy arraigada en Costa Rica.