Música popular sigue marcando tendencia y fascinando al mundo


La Música Popular Brasileña, más conocida como MPB, sigue marcando tendencia décadas después de surgida y es referencia ineludible en el exterior por su complejidad harmónica e inagotable originalidad rí­tmica, declararon a la AFP cultores de ese y otros géneros como el jazz.


Artistas de la talla del pianista estadounidense de jazz McCoy Tyner, su colega Mario Canonge, el celebrado guitarrista Mike Stern, o los irreverentes franceses del grupo Selmer #607 desfilaron la pasada semana por la Muestra Internacional de Música (MIMO) en Olinda (Pernambuco, nordeste) y se derramaron en elogios a la MPB, además de confesar la influencia en su propia música.

El virtuosismo, improvisación y mezcla de ideas de la MPB han marcado a estos artistas como a muchos otros alrededor del mundo, que acabaron rindiéndose a la magia de los músicos brasileños.

Tyner, una verdadera leyenda viva del jazz con 53 álbumes y considerado uno de los mejores pianistas en la historia del género, mencionó que hay puntos en común entre su música y la experiencia brasileña.

«Desde que fui a tocar con John Coltrane, en 1961, pasé a usar intervalos abiertos en los acordes, a distribuir las notas de cada acorde ampliamente por el teclado, para permitir que los otros músicos toquen sus solos», explicó, para añadir que esa técnica está en la música brasileña.

Uno de los ejemplos de lo que fascina a los astros foráneos, y una de las mayores referencias del género, es el multiinstrumentista y compositor brasileño Egberto Gismonti.

Gismonti es dueño de un asombroso dominio técnico instrumental, tiene una vasta discografí­a y capacidad de moverse con familiaridad del terreno erudito al jazz, pasando por complejos ritmos folclóricos del nordeste del paí­s.

Para Gismonti -quien en la última década se concentró en la composición de música orquestal y de cámara-, su propia música «es tí­picamente brasileña. Sólo un brasileño pudo haberla compuesto», resumió a la AFP.

Uno de sus mayores admiradores es Mario Canonge, originario de la caribeña Martinica aunque musicalmente formado en clubes de jazz de Parí­s, quien en el festival parecí­a un adolescente extasiado al escuchar en vivo a su í­dolo.

«Cuando yo estudiaba piano me preguntaba cómo hací­a Gismonti para tocar de esa forma, y además tocar tan bien la guitarra de 10 cuerdas. ¡Ese tipo es notable!», declaró a la AFP Canoge, quien participó en más de 100 discos.

Sin embargo, no es su única influencia: «Aprendí­ mucho oyendo a Tom Jobim (el «maestro» de la bossa nova). í‰l era un compositor, básicamente, no era un virtuoso del piano. Pero al piano me enseñó que era posible tocar pocas notas, pero las correctas».

Además -confesó-, «otro que me influenció mucho es (el guitarrista y cantor) Joao Gilberto».

A su vez, para el multipremiado Stern -cinco veces nominado al premio Grammy y electo varias veces mejor guitarrista de jazz del año-, «la música brasileña es increí­ble. Aquí­ todo es musical, hasta el acento con que la gente habla».

Entre sus referencias mencionó al polivalente Hermeto Pascual y al percusionista Airto Moreira.

«Hermeto es fantástico. Toqué también con Airto, hay tanta gente en Brasil haciendo buena música», comentó durante la Muestra Internacional, que tuvo como atractivo shows gratuitos en centenarias iglesias locales.

En ese mismo sentido se expresaron los jóvenes franceses de Selmer #607 (sexteto con miembros menores de 30 años), que trajeron al festival de Olinda el «jazz manouche» inmortalizado por el fallecido guitarrista belga Django Reinhardt, pero sorprendieron al público abriendo con «Wave», un clásico de Jobim.

«Nos encanta Jobim, la bossa nova, los ritmos brasileños, y estamos encantados de tocar en este festival», afirmó el elogiado guitarrista Adrien Moignard, un pilar de la banda.

En el mismo festival, el camaleónico cantautor brasileño Tom Zé, con su inclasificable mezcla de ritmos e influencias y letras sorprendentes, fue quien más público arrastró y ofreció un show inolvidable, acompañado con emoción por cientos de extranjeros que, una vez más, dieron muestra inequí­voca de la atención que la música de Brasil genera en el exterior.