Como guatemaltecos nos tenemos que sentir dolidos ante la serie de ataques que contra nuestro país se están originando en El Salvador luego de los trágicos sucesos que han enmarañado la relación no sólo entre los gobiernos de los dos países, sino que indudablemente también entre ambos pueblos. Pero tenemos que entender que existe una razón para el malestar expresado por ese tipo de ataques y que aunque nos duela, la realidad de nuestro país es la que da lugar a tales manifestaciones.
Y la única forma de defender el honor de Guatemala, creemos nosotros, es asumiendo un compromiso colectivo para demandar a nuestras autoridades que asuman una postura distinta. Creemos que el problema de Guatemala no se limita a una falla en el sistema de justicia y seguridad, sino que se trata de una deficiencia estructural que todos los sectores de la sociedad guatemalteca debemos asumir con seriedad y civismo.
Podemos rechazar por ofensivas las expresiones de los ataques surgidos en El Salvador y con ello a lo mejor nos sentimos un poco mejor, pero no estamos enfrentando la realidad ni el problema de fondo en su justa dimensión. Creemos que con humildad los guatemaltecos tenemos que entender que nuestro país enfrenta ahora una de las peores crisis pero que la misma no surgió con el asesinato de los cuatro salvadoreños, sino que simple y sencillamente el carácter extranjero y la personalidad de las víctimas destapó la olla de grillos que hemos venido arrastrando desde hace muchos años.
Sorprenderse ahora porque existen escuadrones de la muerte encargados de limpieza social es haber permanecido demasiado tiempo viviendo como el avestruz con la cabeza metida en un hoyo más oscuro que el del Barrio San Antonio. Era evidente, desde hace mucho tiempo, que había cuerpos paralelos que actuaban impunemente matando a diestra y siniestra y hasta el día de hoy, fuera de las cuatro bajas en El Boquerón, esos grupos están allí conservando su estructura, su manto de impunidad y su visión de lo que es el combate al crimen o, peor aún, su propia participación como parte de las organizaciones criminales.
Podemos despotricar y darle rienda suelta a un mal entendido patriotismo lanzando improperios contra los salvadoreños que dirigen esos ataques contra Guatemala y su gente, pero ello no edifica ni construye. Es más, haríamos entonces como está haciendo el Gobierno, es decir que cerraríamos filas y al final apuntalaríamos el reducto de la impunidad, del crimen y de la desvalorización de la sociedad. Porque en el fondo el Gobierno siente que está siendo víctima del crimen organizado, de ataques en su contra realizados por esas estructuras tenebrosas y para defenderse se enconcha y, sin que el Presidente y su ministro lo entiendan, renuevan poder a los malos y es lo que haríamos todos si no entendemos la razón del malestar de nuestros vecinos.