Un monumento del jazz cubano


El pianista de jazz cubano Chucho Valdés se lanza a los 69 años a la aventura de un nuevo grupo, los Afro-Cuban Messengers, con el cual el ex lí­der del grupo Irakere publica «Chucho»s Steps» su primer disco con una formación desde 2003.


En entrevista realizada en Parí­s, en ví­speras de un concierto hoy en el Festival de Jazz de La Villette, Valdés explica que el nombre de su nuevo grupo es un tributo a los Jazz Messengers, del baterista norteamericano Art Blakey, quien fue su «primera influencia».

«Blakey fue mi primera influencia, con Horace Silver, que era su pianista. Su grupo fue una escuela que reveló muchos talentos», subrayó Valdés, hijo del gran pianista Bebo Valdés, con quien grabó en 2009 «Juntos para siempre», que conquistó un Grammy en la categorí­a de Mejor ílbum de Jazz Latino.

Chucho Valdés, que fundó en 1967 la Orquesta Cubana de Mí­sica Moderna y en 1973 el grupo Irakere -el buque insignia del jazz cubano durante un cuarto de siglo, con su mezcla de jazz contemporáneo y ritmos de la santerí­a-, ha sido presentado muchas veces como el creador del jazz afrocubano, lo que él descarta.

«Yo no inventé nada. El jazz afrocubano fue inventado por (los trompetistas) Mario Bauzá, Dizzy Gillespie y (el baterista) Chano Pozo», subrayó Chucho Valdés, que nació en 1941 en Quivicán, cerca de La Habana, y que ha grabado una treintena de discos y ha sido galardonado con media docena de estatuillas.

«Yo llegué 20 años más tarde, y lo que hice de nuevo, que ellos no habí­an hecho, fue incorporar instrumentos como los tambores batá, utilizados en los rituales yoruba, el shékere, los tambores arará», explicó el pianista cubano.

Valdés subrayó que la obra más representativa de esta música es su álbum «Misa Negra», con el que conquistó su primer éxito internacional.

En «Chucho»s Steps», Valdés aborda con su estilo vertiginoso y con una hermosa complejidad las diversas formas del jazz contemporáneo: hard bop, free jazz, jazz modal, sobre un rico tapiz de percusión.

«No querí­a hacer algo que ya habí­a hecho», recalcó Valdés, que para este álbum contó con la colaboración de nuevos talentos de la escena cubana del jazz.

«El objetivo fundamental del disco era plantear un nuevo desarrollo de la música afrocubana y al mismo tiempo hacer un homenaje a algunos de los grandes músicos de jazz», subrayó, señalando que habí­a incorporado un tambor batá, utilizado en los rituales yoruba, y una trompeta y un saxo, «al estilo de Art Blakey».

«Hay combinaciones rí­tmicas diferentes. En el yoruba hay compases de 6 y 12 tiempos, y para cambiar esa rí­tmica cambiamos la métrica», puntualizó.

A fines de los «90, después de la desaparición de Irakere, que contó entre sus miembros a Arturo Sandoval y Paquito D»Rivera, Valdés dio la prioridad a su carrera de solista.

Exploró el arte de los dúos, presentándose con algunos de los más grandes pianistas del mundo: su padre, Bebo, Herbie Hancock, Michel Legrand y Michel Camilo. También ha acompañado a cantantes como el veterano compositor e intérprete francés Charles Aznavour y la española Concha Buika.

Valdés, que va a reencontrarse en el concierto en Parí­s con el saxofonista Archie Shepp, viajará el mes próximo a Estados Unidos, donde se presentará el 22 y 23 de octubre en el Lincoln Center de Nueva York.