Estimables lectores de este vespertino, dicen que su inquietud los motiva a conocer lo que comentamos los lunes en esta columna que da pábulo a nuestra modesta labor de interpretación y de opinión sobre los diversos temas que se producen en el ámbito nacional e internacional.
Algunas de las personas que «devoran» y digieren el contenido de las páginas de información y de criterios u opiniones, por lo regular hacen críticas constructivas respecto de las noticias y de los artículos, en especial, que desfilan en las diferentes secciones del diario que, por cierto, alza la voz por los sin voz con el derecho que le asiste conforme a la libertad de expresión, libertad que, de golpe y porrazo, han abolido y siguen aboliendo los dictadores y tiranos como los Castro, en la Cuba comunista, como Chávez, en Venezuela, como Correa, en Ecuador, como Morales (Evo, el mandamás arquetipo del folclor boliviano), y otros liberticidas que tienen de espaldas y cuasi acobardados a los pueblos. Esa es la estrategia del silencio -opuesta a la del verbo- para que no salga a luz la verdad verdadera (valga el pleonasmo) que reclaman tímidamente algunos multitudinarios grupos ciudadanos. Sólo quieren los sátrapas que se dé a conocer «su» verdad (¿…?), la que sólo sus rebaños pueden creer. Pues bien, vía Internet, ocasionalmente por teléfono y durante entrevistas personales, muchos que leen LA HORA, tribuna libre, no mostrador de fenicios, entre sonrisas y sonrisas nos dicen que los obligamos a recurrir al «amansaburros» porque en nuestros articulejos empleamos términos rebuscados. Al respecto, diremos que la terminología común y corriente está preceptuada, por así decirlo, en cuanto al área de la información o en la de carácter propiamente noticioso, pero en los espacios de opiniones o criterios es pertinente y aconsejable utilizar vocablos poco usuales, ignorados supuestamente por quienes no tienen el hábito de leer libros serios y otras publicaciones que destilan un lenguaje que puede considerarse refinado o poco usual también. Recordamos que intelectuales de alta talla como el doctor Salvador Aguado Andreut, como los licenciados Arturo Higueros, Luz Méndez de la Vega, así como otros que dan o han dado excelentes cátedras en las aulas universitarias, han recomendado a los estudiantes de ciencias de la comunicación no arrumbar el diccionario, sino consultarlo cuantas veces les sea posible o a diario unos cuantos minutos para enriquecer el vocabulario, a fin de lograr una mejor preparación y no rezagarse. Ahora bien, eso sí, los periodistas y demás ciudadanos que externan su pensamiento a través de las columnas y demás espacios de los periódicos, revistas, noticieros de radio y televisión, no deben emplear mucha terminología «alambicada», sino eventual y únicamente algunas palabras poco usadas. Podrían ser 4, 5 ó 6, más o menos. Los medios de comunicación tienen varias funciones. Fundamentalmente sirven al Respetable información o noticias de carácter periodístico, no material anodino que resta importancia a cualesquier medios; dan entretenimiento hasta con derroche de buen humor; incluyen páginas o secciones culturales, aun muy especiales para los niños y niñas en cuanto a su buena formación y comportamiento; brindan orientación relacionada con lo que nos presenta la polifacética diosa actualidad que cada día y a veces cada hora y cada minuto nos sorprende con su material grávido de sucesos ordinarios y extraordinarios. ¡Terríficos! Y ya no nos extenderemos más en torno a lo funcional de los órganos de divulgación, creemos que conviene tener presente que el periodismo realmente profesional, al que se le reconoce credibilidad, seriedad, sentido de responsabilidad, orientación edificante, ética y, asimismo, y prestigio, indeseable para los ferales gobernantes encumbrados por las buenas de la democracia o por las malas de los dictadores y tiranos surgidos de los madrugonazos, oportuno es advertir que los enemigos del Cuarto Poder y, por lo tanto de la VERDAD, en cualquier momento ¡pueden venirse abajo ruidosamente como las piedras o como el plomo!!!