Los que mantienen a flote a Guatemala


Aunque el presidente Colom diga que no tenemos un Estado fallido, yo estoy absolutamente convencido que hemos llegado a ese extremo porque no se vislumbra luz al final del túnel y no funcionan las instituciones estatales ni la democracia proyecta el menor beneficio a la población porque los politiqueros cooptaron todo para satisfacer sus ambiciones personales. No hay posibilidad de que puedan implementarse cambios en el paí­s porque todo tiene que pasar por una clase polí­tica que ha demostrado su divorcio con los intereses nacionales.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Pero más allá de esa frustración provocada por el colapso institucional, hay que decir que Guatemala ya hubiera reventado de no ser por el invaluable y nunca bien reconocido aporte de los migrantes, de esa gente que viaja al extranjero desafiando toda clase de adversidades y, literalmente hablando, hasta jugándose la vida, para enviar mes a mes sus ahorros para ayudar a sus parientes y, de paso, mantener viva una economí­a que sin esa inyección ya hubiera colapsado. En el paí­s se mantiene el ritmo de consumo gracias a lo que mandan los guatemaltecos que han emigrado al exterior y de no ser por ese aporte, el mercado interno ya hubiera colapsado hace mucho tiempo.

Si no fuera suficiente evidencia del carácter fallido del Estado el deterioro de las instituciones incapaces de asegurar la prestación de servicios tan esenciales como brindar seguridad y justicia, además de salud y educación, basta ver el descalabro de la infraestructura nacional para darnos cuenta que aquí­ no se hace obra más que para beneficio de los corruptos que se enriquecen con las mordidas de contratos hechos para robar. Pero, además de eso, hay que decir que nuestra misma capacidad de producción es sumamente limitada y tenemos que reconocer que sin el aporte de los migrantes y, lo que es muy grave, sin la inyección económica que significa el narcotráfico, el crimen organizado y la corrupción, nuestra economí­a estarí­a en trapos de cucaracha.

Es imposible cuantificar detalladamente lo que significa ese dinero sucio en el flujo de la economí­a, pero sin duda que se trata de sumas posiblemente superiores a la de las remesas familiares que sí­ se pueden medir casi al centavo y que son el principal motor de la actividad económica legal del paí­s.

Por ello es que resulta desafortunado que el gobierno no haya mostrado más diligencia para gestionar el TPS que les negó el régimen de ílvaro Arzú a los migrantes en tiempos del Mitch, puesto que serí­a el mí­nimo que Guatemala debiera hacer por quienes al esforzarse por mantener, desde afuera, a sus familias, terminan manteniendo literalmente al paí­s. El presidente Colom al asistir a la feria chapina en Los íngeles debió reconocer de palabra y obra lo que esos guatemaltecos significan para la patria, puesto que podemos estar seguros de que de no ser por la consistente ayuda que enví­an, aquí­ ya hubiera reventado un problema social y polí­tico sin precedentes. De hecho, la escasa gobernabilidad que tenemos es consecuencia de que son muchí­simas las familias que pueden satisfacer necesidades básicas por los enví­os mensuales que reciben. Y qué decir de las empresas productivas del paí­s que pueden vender su producción únicamente gracias a que el mercado interno se mantiene por las remesas. Un paí­s que depende de remesas y del pisto mal habido que vigoriza su economí­a, no puede sino reconocer el carácter fallido de su Estado.