El 17 de enero de 1811 tuvo lugar la histórica batalla de Puente Calderón. El jefe realista era Callejas, en tanto los jefes independientes: Allende, Aldama, Abasolo y José Antonio Torres. El ejército realista mantuvo el orden y disciplina. El ejército independentista formado por una increíble multitud cayó derrotado.
En los primeros días de febrero una sección del vencido ejército independiente se dirigió a Zacatecas y luego a Saltillo, lugares en donde llegó Hidalgo, hecho prisionero por sus mismos generales y seguido de cerca por Callejas.
El 16 de marzo en una junta celebrada en Saltillo se llegó a la determinación de dirigirse a la frontera con Estados Unidos, organizar el ejército independiente y regresar.
Debido a una traición fueron hechos prisioneros Allende e Hidalgo. Solamente quedaba en Saltillo un modesto ejército para defender la causa. La represión por parte del odiado Callejas ya se esperaba.
Los principales jefes independentistas quedaron en calidad de prisioneros en el paraje llamado Acatita de Baján.
Hidalgo ha sido criticado pero también se le ha reconocido su gran valor. En los momentos más difíciles siempre demostró entereza y ánimo.
En el proceso que se le siguió existen párrafos como el que sigue: «Colocado al frente de la revolución levantó ejércitos, fabricó armas y cañones, nombró jefes y oficiales, dirigió un manifiesto a la nación, y envió a los Estados Unidos de América un agente diplomático, Ortiz de Letona, quien según supo, murió antes de llegar a su destino».
El 30 de julio de 1811, después de haber sido degradado de su condición de sacerdote, en el hospital en el que permaneció prisionero, murió fusilado el célebre prócer de la emancipación.
Las cabezas de Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, fueron llevadas a Guanajuato, colocadas en jaulas de hierro en cada ángulo de la Alhóndiga de Granaditas, en donde permanecieron hasta 1821.
Seis meses duró la rebelión de Hidalgo, siendo la primera fase de la lucha por la libertad.
El pueblo de México guarda gratitud al caudillo. Como siempre es el pueblo humilde el que más lo recuerda, así como a donde marchaba lo seguían torrentes de personas de los barrios pobres.
Todo el que se precie de ser amigo de las causas del pueblo tiene que conocer la labor revolucionaria de Hidalgo.