Irán lanza este fin de semana, tras una larga espera de 35 años, su primera central nuclear -construida por Rusia cerca del puerto sureño de Busher (sur)- pese a las sanciones internacionales que pesan sobre su programa nuclear, sospechoso de perseguir objetivos militares.
Los técnicos rusos e iraníes comenzarán el sábado a cargar 165 barras de combustible en el reactor de la central, que ese mismo día pasa a ser considerada una instalación nuclear.
La operación se hará bajo supervisión de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) y durará unos quince días, según el jefe del programa nuclear iraní Ali Akbar Salehi.
Pero hará falta mes y medio para que el reactor alcance una potencia del 50% que permitirá empalmarlo con la red nacional eléctrica, y entre seis y siete meses para que la central funcione a máxima potencia, o sea 1.000 megavatios.
La puesta en funcionamiento de Busher constituye un éxito tecnológico y político para Irán, «y una espina atragantada en la garganta de sus enemigos», según Salehi. «Cuánta más presión hagan, más aceleraremos nuestro programa» nuclear, recalcó.
Además llega en un momento en que la República Islámica está sometida a seis resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, cuatro de ellas acompañadas de sanciones, por su programa nuclear y su negativa a renunciar al enriquecimiento de uranio lanzado en 2005.
Irán alega que necesita enriquecer uranio para alimentar con combustible sus futuras centrales y cuenta con producir un día 20.000 megavatios de electricidad de origen nuclear.
Los occidentales sospechan que Irán quiere dotarse del arma atómica escudándose en su programa nuclear civil, pese a sus reiterados desmentidos.
Rusia consiguió que la ONU excluyera Busher del embargo internacional contra la transferencia de equipamiento o tecnología nuclear a Irán, comprometiéndose a suministrar ella misma el combustible necesario para la central y a recuperarlo una vez usado para reducir los riesgos de diseminación del plutonio de los residuos.
Pero, el viernes, Salehi dijo que Irán enriquecería uranio porque es posible que un día no pueda comprar combustible a Moscú para el funcionamiento de la central.
«La central de Busher tiene una duración de vida de 60 años y contamos con utilizarla 40 años. Supongamos que compramos combustible (para la central) durante diez años a Rusia. ¿Qué haremos (…) los años siguientes?», planteó.
La central permanecerá años bajo control de técnicos rusos e iraníes.
Busher «está protegida completamente de cualquier riesgo de proliferación», recalcó el miércoles el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Lavrov. El viernes el número dos de la cancillería rusa abundó en ello. «Hay un 100% de garantías, y estas garantías no las formula Moscú sino que provienen de hechos objetivos», aseguró Serguei Riabkov.
Su lanzamiento concluye un proyecto plagado de altibajos que comenzó hace 35 años al lado de Alemania en la época del Sha, y fue interrumpido por la revolución islámica de 1979 y la guerra con Irak (1980-88) antes de ser retomado en 1995 con Rusia. A partir de entonces se sucedieron los retrasos debido a problemas técnicos y financieros, pero también políticos.
Estados Unidos se esforzó por impedir el lanzamiento, que considera «prematuro».
Numerosos analistas y diplomáticos estiman además que durante los últimos años Rusia hizo lo posible por retrasar las obras para obligar a Teherán a cooperar con la AIEA.
Hartos de los retrasos, algunos dirigentes iraníes llegaron a acusar abiertamente a Rusia de alargar las obras «por motivos políticos.
La primera central nuclear iraní, que entra en funcionamiento el sábado cerca del puerto de Busher (sur), no representa un peligro de proliferación atómica pese a la persistente preocupación por el objetivo último de Teherán, según expertos en Viena.
La central, construida con la ayuda de Rusia, tendrá un uso únicamente civil y esto está «garantizado al 100%», declaró el viernes el viceministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Riabkov, en Moscú.
Según él, el hecho de que Rusia haya suministrado el combustible «demuestra que se aplican todas las reglas de no proliferación».
Rusia consiguió que la ONU excluyera Busher del embargo internacional sobre la transferencia de equipamiento o tecnología nuclear a Irán comprometiéndose a suministrar el combustible que necesita la central.
Los países occidentales, en particular Estados Unidos, están convencidos desde hace años de que la República Islámica intenta dotarse de armas atómicas amparándose en un programa nuclear civil. Teherán lo niega.
Y algunos observadores temen que el combustible usado en Busher pueda utilizarse para la fabricación de armas atómicas.
Pero expertos consultados el viernes estiman que las demás actividades nucleares de Irán (como el enriquecimiento de uranio pese a cuatro tandas de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU) plantean un peligro de proliferación mucho mayor.
Según Mark Fitzpatrick, del International Institute for Strategic Studies de Londres, «la central presentaría un peligro si Irán la utilizara para otros fines», como por ejemplo la fabricación de plutonio, con el que se pueden fabricar armas nucleares. «Pero en este caso preciso la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) lo sabría», añadió.
Inspectores de la AIEA, que ya vigilan las actividades nucleares declaradas por el régimen islámico, presenciarán sobre el terreno la inserción de combustible en el reactor.
Además la central se encuentra bajo el régimen de salvaguardia de la AIEA, lo que significa que sus inspectores vigilarán de cerca el arranque de la producción energética.
Y se asegurarán de que el combustible usado en Busher acabe en Rusia para que Irán no pueda reutilizarlo.
Como consecuencia «si Irán intentara desviar el combustible usado para transformarlo en plutonio o utilizar el combustible de origen para enriquecerlo a niveles más altos» acabaría sabiéndose, destacó Fitzpatrick.
En su opinión, las múltiples declaraciones sobre los peligros de Busher «corren el riesgo de desviar la atención de los verdaderos peligros de proliferación que presentan los centros de enriquecimiento iraníes y el reactor de investigación de Arak, susceptible, en su caso, de servir para producir plutonio».
«La energía nuclear no plantea problema, al contrario de las tecnologías nucleares sensibles que pueden usarse como armas», advirtió.
Según Mark Hibbs, del centro de investigación Carnegie Endowment, «teóricamente cada reactor nuclear es una amenaza de proliferación en el sentido de que el combustible utilizado puede desviarse y reutilizarse para fabricar plutonio para bombas».
Pero añade: en los últimos 50 años no se ha desviado «combustible de una central nuclear bajo supervisión de la AIEA para fabricar bombas de prisa y corriendo».