¡No matarás!


Dentro de los mandamientos de la Ley de Dios, el quinto: «No matarás», es un derecho natural fundamental. Esta norma es la que inspira a la Iglesia y a todos los cristianos a considerar que no debe existir dentro de las normas penales la de privar de la vida a un ser humano.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Los hombres como personas falibles sienten en determinado momento que es necesario tomarse la atribución y el derecho de sentenciar a otro ser humano a muerte.  Justifican esa reacción estimando que es la manera de asegurar que a quien se le sentencia a la pena capital no tendrá de nuevo la posibilidad de delinquir.

Quienes abogan por la pena de muerte deben dividirse en dos: 1.) Aquellos que sinceramente consideran esto una norma permisible y 2.) Aquellos que por las circunstancias y el momento creen que es la manera polí­tica con la que la población les reconozcan su severidad como un atributo.

¿Puede un hombre ser infalible, no equivocarse en la apreciación de las circunstancias y pruebas y así­ sentenciar a otro ser humano a la pérdida de la vida? Si somos racionales sabemos que el juez, el hombre puede equivocarse y por ello es que existe también un fuerte sector de población -a nivel mundial- que se opone a la existencia en la legislación penal de la pena capital.

Más grave aún es que en un momento dado un grupo de pobladores se arrogue el derecho de juzgar, de sentenciar y de ajusticiar mediante el linchamiento a un ser humano.

La autoridad constituida fundamenta su potestad en el respeto a la ley, nadie puede considerarse que está arriba de la norma, por ello es que al ser depositario de la ley, la autoridad al no respetar la misma tiene adicionalmente un agravante.

¿Cómo podemos aceptar que un presidente, vicepresidente, un ministro, viceministro o director general y así­ de forma descendente en el rango de autoridad, pueda permitirse el derecho de actuar fuera de la ley cuando es el depositario de la misma?

En Guatemala tristemente la historia señala que han existido autoridades que consideran pueden actuar fuera de la ley, que estiman que el sistema judicial no es adecuado y por consiguiente se autoarrogan el derecho de ser jueces y sin respetar las leyes se permiten el «ajusticiar» a quienes según ellos merecen la muerte.

Ni la izquierda, ni la derecha, ni el centro, ni los de arriba, ni los de abajo son superiores a la Ley y el que considere que lo es tarde o temprano tendrá que enfrentar la consecuencia de sus actos ante la humanidad, ante la sociedad en particular y por supuesto ante los tribunales competentes, en respeto a la Ley.

Durante muchos años nuestra sociedad se vio enfrentada por las corrientes polí­ticas mundiales y esas corrientes ideológicas externas dividieron a la población, enlutando a miles de hogares privando de padre o madre a una enorme cantidad de niños; sin embargo, esto no justifica que se olvide el derecho divino, el derecho natural.

A nivel mundial y nacional existen movimientos que abogan y reclaman el respeto a los Derechos Humanos, ¿pueden estos inclinarse a la izquierda, al centro o a la derecha?, No, si lo hacen pierden la autoridad.

La vida de un ser humano no puede suprimirse para contradecir sus tendencias polí­ticas o por considerar que esa solución evita que pueda de nuevo delinquir. La vida que Dios da el hombre no la puede destruir.