Rusia libra una batalla encarnizada para impedir que los incendios forestales que desde hace dos semanas devastan el país alcancen dos centros nucleares y encara con preocupación la nube de humo tóxico que cubre Moscú.
Dos miembros de las fuerzas armadas rusas murieron el lunes mientras luchaban contra el fuego que amenazaba el mayor centro de investigación nuclear en Sarov, en la región central de Nizhni Novgorod, donde se construyó la primera bomba nuclear soviética.
«Un árbol en llamas cayó sobre el soldado. Murió de traumatismo cerebral cuando iba de camino al hospital», dijo el portavoz del ministerio de Defensa, citado por la agencia de noticias Interfax.
Entre tanto, funcionarios dijeron que se había declarado un foco de incendio cerca del pueblo de Snezhinsk, en los Urales, donde se encuentra uno de los principales centros de investigación nuclear.
Luego de casi dos semanas de incendios forestales que se cobraron 52 vidas y destruyeron parte de un depósito militar, las autoridades afirmaron progresar en la batalla contra el fuego que ya arrasó 174.035 hectáreas del territorio ruso.
«Se puede observar una dinámica positiva en la extinción de los incendios», dijo el jefe de la unidad de crisis del ministerio de Situaciones de Emergencia, Vladimir Stepanov.
«El número (de socorristas) se ha incrementado en las regiones donde hay más dificultades con los incendios», agregó.
El ministerio precisó que en las últimas 24 horas se detectaron 247 focos de incendios, se apagaron 239 y 557 siguen activos.
La humareda de los incendios de la vegetación de zonas cenagosas que volvieron irrespirable la atmósfera en Moscú parecía disiparse un poco el martes, pero las autoridades advirtieron que podía haber otras y que la calidad del aire seguía siendo peligrosa.
La concentración de monóxido de carbono en Moscú era 1,4 veces superior este martes al máximo previsto por las normas de seguridad, según fuentes oficiales, cifra que llegó a multiplicarse por 6,6 el sábado.
El alcalde de la capital, Yuri Luzhkov, que volvió a regañadientes de unas cuestionadas vacaciones, dijo que los llamados de auxilio habían aumentado en un 20% en junio, tras reunirse con el primer ministro Vladimir Putin.
Luzhkov se negaba inicialmente a cortar sus vacaciones pues negaba que hubiera una verdadera crisis en la ciudad.
«Usted hizo lo correcto al volver de sus vacaciones. Lo hizo a tiempo», le dijo Putin.
Las autoridades rechazaron las críticas por su falta de preparación para enfrentar la ola de calor, que los meteorólogos han calificado como la peor en mil años de historia rusa.
«Si nos hubiéramos preparado 10 años antes no podríamos haber hecho nada», dijo el presidente Dimitri Medvedev el lunes, durante una visita a las regiones afectadas.
La ola de calor sin precedentes y los gigantescos incendios que devastan Rusia van a afectar con dureza su economía, cuyo crecimiento ya modesto debería frenarse un poco más, según analistas consultados el martes por la AFP.
Las estimaciones oficiales sólo serán anunciadas dentro de unos meses, pero varios economistas ya evalúan que este desastre costará a Rusia entre 7.000 millones y 15.000 millones de dólares (5.000 millones a 11.000 millones de euros).
«El crecimiento económico en Rusia se está desacelerando y la ola de calor hará que esta situación se agudice un poco más», sostuvo Alexandre Morozov, economista en jefe del banco HSBC en Rusia.
La economía rusa se contrajo un 7,9% en 2009 a raíz de la crisis mundial y las autoridades apuestan a un crecimiento del 4% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2010, gracias a un alza progresiva de los precios de los hidrocarburos, cuyas ventas representan el 60% de las exportaciones del país.
Pero, vista la situación, esta cifra debería ser revisada a la baja.
Según Morozov, las pérdidas a raíz de la ola de calor y los incendios se elevarían al 1% del PIB de 2010, es decir a 15.000 millones de dólares (11.000 millones de euros).
«La sequía provocaría una caída de 30% a 33% de las cosechas de cereales este año», explicó Morozov. El primer ministro ruso Vladimir Putin anunció el lunes una nueva revisión a la baja de la cosecha de cereales, a 60-65 millones de toneladas, contra 97 millones de toneladas cosechadas en 2009.
A esto se suma que la ola de calor y la humareda de los incendios han llevado a las empresas a anunciar «el cierre de líneas de producción y la reducción de los horarios de trabajo», agregó Morozov.
De su lado, Vladimir Tijomirov, economista en jefe del banco de inversiones moscovita Uralsib, se mostró menos pesimista: si la canícula continúa hasta fines de agosto, las pérdidas serán de 0,5% al 1% del PIB, es decir entre 7.000 y 14.000 millones de dólares (entre 5.000 y 10.0000 millones de euros).
Según Tijomirov, esta situación de vacaciones forzadas y de alza de la mortalidad y de las enfermedades se verá compensada durante el año por una reactivación de la economía.
De todos modos, la sequía que sufre desde hace varios meses el país, que empujó al gobierno a suspender las exportacionres de granos hasta fin de año, podrá tener un efecto severo sobre la inflación, un problema que Rusia estaba solucionando.
El banco ING aumentó sus estimaciones de aumentos de precios en 2010 y 2011 a 8,5% y 9,5-10%, respectivamente, contra 6,8% y 7,6% previstos anteriormente.
Hasta el momento, las autoridades rusas apuestan a un alza de los precios al consumidor de entre 6% y 7%, contra 8,8% en 2009, aunque el ministerio de Desarrollo Económico admitió el riesgo de un aceleración de la inflación a partir de septiembre a raíz de la catástrofe natural.
Con estas perspectivas, el gobierno, preocupado por posibles problemas sociales, decidió establecer un precio máximo para una veintena de productos alimentarios.