Esta es una anécdota para ser contada. Leí en Prensa Libre (29-07-2010), el caso del señor Carlos (nada más), expuesto por el columnista Jorge Jacobs A., quien al desear volver para vivir aquí en Guatemala, su tierra natal, después de vivir varios años y trabajar en Arizona, en donde se casó y procreó dos hijos, no pudo hacerlo por falta de documentos, pues se los robaron. Fue a la Municipalidad, se explica, para que le extendieran una copia de su Cédula de Vecindad, pero le informaron que lo que tenía que solicitar era el DPI. Fue al Renap, dice, inició los trámites, le dijeron que volviera al mes, pero entonces resultó que al revisar la partida de nacimiento, el sistema decía que había muerto en 1921, y por lo tanto debía iniciar de nuevo los trámites. Por fortuna, digo yo, no le dio un infarto a quien se lo comunicó al ver que un difunto de 89 años le solicitaba el DPI. í‰mulo del Retrato de Dorian Gray.
Supongo que se trató de un homónimo, pero quien revisó el sistema, con criterio simple debió haber supuesto que una persona ya finada no podía hacer esa solicitud, y debió seguir buscando hasta encontrar otro nombre igual. Esa entidad es fácil de establecer por medio del nombre de los respectivos padres. Pero entre tanto, se expresa, Carlos no podía iniciar ninguna actividad por falta de documentos de identidad, amén, digo, porque tendría que pagar los servicios de un abogado para que después de muchas vueltas lo reviviera. Se regresó a los EE. UU.
Muchos errores se los achacan al Renap, que no son su culpa sino de quienes al asentar las diversas partidas en el Registro Civil, chapinamente hablando «metieron la pata». A la mamá del que esto escribe, al copiar el libro por el mal estado del original le cambiaron el apellido, y en lugar de URREA le pusieron URRAYO, con mi hermano y con el auxilio de un abogado y con certificación autenticada de bautismo y tres testigos de conocimiento, se logró enmendar el error cometido por el copista, ¡vean pues!
Tengo a la vista un caso de estos días. Una persona, igualmente, inició los trámites para el DPI y acompañó fotocopia de su Cédula de Vecindad, pero al consultar el sistema no había congruencia entre el documento original y la fotocopia, pues en la nueva Cédula aparecía el asiento con el número del Libro 280-94. Consultado el Libro en el Archivo Nacional de Centroamérica, además de que encontró una certificación en papel sellado de a diez centavos del 12 de noviembre de 1981, en ambas partes está correcto el número del libro de nacimientos que es el referente. Se seguirán los trámites, a ver que resulta.
Otro ejemplo: al que esto escribe, cuando una vez también solicitó reposición de su Cédula de Vecindad, quien la extendió puso: J. ANTONIO, posiblemente escuchaba el Radiodiario GUATEMALA FLASH, en donde al entrar el segmento cultural se decía: «Sección a cargo de: J. ANTONIO…» A pedir otra copia.
Estamos pues, en que todas esas metidas de pata son culpa de quien asienta los datos, no del usuario y hora tampoco del Renap. Hay que poner gente chispuda.
GOTITA: Los volcanes hacen erupción cuando están limpiando el infierno.