Rinden culto en Bolivia a la diosa Pachamama por los bienes terrenales


Francisco Mamani, un chamán aymara, lanza conjuros al aire y esparce chorros de alcohol y cerveza sobre la hoguera donde pronto arderá una «wajta», ofrenda que miles de bolivianos andinos hacen para pedir a la «Pachamama» -madre tierra- que proteja sus bienes terrenales.


Sus frases son una mezcla de aymara y español y son casi imperceptibles: «protege a los dueños, cuida los bienes, protege a los hijos», dice en una suerte de invocación que se repite una y otra vez por varios minutos.

Mamani y una decena de chamanes se han instalado en una pampa a la orilla de la ruta entre La Paz y la sureña Oruro. No hay nada que indique su presencia. Ni un aviso, ni una sola forma de promoción. La gente simplemente sabe que están allí­, cada uno con su propia fogata.

No es gratuito que estén allí­: es un lugar equidistante a varios nevados, como el Illimani, el Huayna Potosí­, el Mururata y el Tunicondoriri, todos por encima de los 5.000 metros de altitud.

La creencia andina es que sobre los picos de los nevados residen los «achachilas», mitológicas deidades protectores de los incas, que también hacen parte de la cosmovisión de quechuas y aymaras.

Mamani -de 75 años y quien realiza desde hace 30 años esta ceremonia- viste ropa occidental y se cubre la cabeza con un chullo (sombrero de lana indí­gena). El ve llegar a los clientes, que traen su «wajta» preparada.

La «wajta» es la preparación de una serie de alimentos, en una bandeja de madera o papel, como manzanas, huevos, dulces, además de inciensos y plantas aromatizantes, que sirven como ofrenda a la Pachamama.

Entre más grande sea lo que se quiera proteger -un vehí­culo, un terreno, una vivienda- más grande ha de ser la «wajta», más grande el fuego en que ésta ha de arder… y más el dinero que cobra el chamán.

Estos rituales se dan en cualquier época del año pero se multiplican en agosto, mes de la Madre-Tierra, lo cual no es gratuito: los ritos andinos de agosto coinciden con el mes de la siembra y se ruega a la tierra buenos frutos.

En algunos casos sobre la «wajta» se coloca un «sullu», que es un feto de llama que los chamanes consideran que es de agrado de la Pachamama, en un ritual denominado «khoa» (ofrenda).

Todo es quemado en una pira armada con leña, mientras Mamani reza para que la Pachamama proteja a sus fieles devotos.

«En este mes de agosto realizamos una «wajta» para los «achachilas» y la Pachamama para el negocio y para que las personas vivan tranquilas», dice a la AFP el yatiri (brujo) Mamani.

Tras terminar con su parte ritual, el yatiri pide a la familia Cusi (abuela, padre, esposa e hija) correr alrededor de la pira, rociar espuma de cerveza hacia la tierra y luego les pide felicitarse mutuamente y desearse suerte para formar una cadena irrompible para los beneficios terrenales.

«En agosto venimos a pagar a la Pachamama por las casas, los terrenos, las movilidades (vehí­culos) y el negocio», afirma Ví­ctor Cusi, quien dice que cada agosto vuelve a Apacheta.

«Nos va regularmente», agrega Cusi, cuando se le consulta si tras sus anuales ceremonias sus actividades empresariales prosperan.

Es en La «Calle de Las Brujas», en La Paz, donde se encuentra lo necesario para estos rituales andinos.

Allí­ en una ví­a angosta rodeada por casas coloniales, se venden los «sullus» y las «wajtas» no sólo para las ceremonias en la Apacheta, sino para el uso de cada creyente en sus casas u oficinas.

Los fetos de llamas se utilizan en las construcciones de viviendas pequeñas (uno o dos pisos), pero también suelen usarse fetos de toros y cerdos.

Es que si se quieren edificios resistentes y que traigan buena suerte, nada mejor que meter los fetos de animales en los cimientos justo antes del vaciado del cemento.