Prosigo con mi discurso que pronuncié la tarde del día lunes 28 de junio de 2010: «El doctor Martin Luther King, uno de los más grandes luchadores por la justicia y los derechos civiles, decía a sus seguidores lo siguiente: «en donde hallen una cruz, siembren en el mismo lugar, un ramo de rosas.» Y Mahatma Gandhi afirmó: «No hay camino para la paz, la paz es el camino». Entonces caminemos juntos para tratar de lograr una paz real e inquebrantable. ¿Cómo puede ser esto? En primer lugar, cambiando las actitudes negativas que se han tenido hacia los diferentes grupos de personas que existen en el planeta. La diversidad de culturas y nacionalidades no debe ser motivo para menospreciar a mujeres y hombres por su idioma, por vestir su traje regional o por el color de su piel, por ejemplo. El respeto, la actitud e inteligencia de cada persona, son la clave para que realmente exista una dinámica de convivencia, armonía y comprensión entre un grupo determinado de ciudadanos. «Un nuevo mundo va viniendo» es el título de una de las piezas musicales del maestro Duke Ellington, que siempre se preguntaba: «Â¿Por qué juzgar a las personas por su color y no por sus obras?» Para practicar una cultura de paz debemos entender la siguiente sentencia de Monseñor Juan Gerardi, y ayudar con nuestra afanosa actitud a que sea efectiva: «La paz es un don, una gracia de Dios; pero hay que saber cimentarla, y esto sólo es posible si lo hacemos en la verdad y la justicia. Es posible la paz, una paz que nace de la verdad de cada uno y de todos…» y continúa Monseñor Gerardi diciéndonos que aunque esta verdad sea dolorosa, es también liberadora, porque hace posible que todo hombre y mujer se encuentren consigo mismos y asuman su historia. Los seres humanos de hoy, de repente pareciera que estamos perdidos: ya no existe la bondad, la piedad ni el perdón, solamente guerras, venganzas y odio. Es muy cierto que la justicia y la venganza persiguen al crimen, pero hay momentos y situaciones tan terribles y peligrosas que las personas debieran dominar sus sentimientos, su propio dolor, y a veces sus creencias para contener el odio que puedan sentir hacia otros seres humanos que de una u otra forma han provocado su ira, porque como lo ha dicho el filósofo chino Lu-Ki «El bien y el mal entremezclados viven». Hay que pensar que durante una guerra, y luego, vienen la destrucción, la desgracia y la miseria, y la vida se convierte en una tragedia diaria porque entonces no hay alimentos, agua, electricidad, combustible, medicamentos, ropa, trabajo y muchas otras cosas, esenciales para los que con suerte logran sobrevivir. Las generaciones actuales deben comprender y rechazar las guerras: los jóvenes de hoy deben tomar conciencia, ser generosos, y con su trabajo y esfuerzo, estar dispuestas y dispuestos a levantar la voz para evitar la destrucción de la humanidad, con todo lo que se ha logrado, y así mantener, acrecentar y proteger un medio ambiente sano. El amor, el deseo de paz, deben ser reales y genuinos. Pienso que toda acción positiva por pequeña que esta sea puede llevarnos a alcanzar la paz. Tal vez esta acción sea como una gota en el océano, pero si esta gota faltase en el océano, entonces no sería el océano lo que es. «Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo», dicen los pequeños cuando juegan en las soleadas tardes de verano, pero yo les digo: «Lo mío será más tuyo si lo comparto contigo; lo tuyo será más mío si lo compartes conmigo». El mundo necesita paz. Debemos compartirnos con él. La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por respetarnos y amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias.»