Verano en medio de bolitas de alquitrán en una playa de Misisipi


Niños y jóvenes se bañan en el agua aceitosa del mar en Waveland, Mississippi. La industria del turismo enfrenta grandes pérdidas, ya que cientos de visitantes huyen de la zona debido a la marea negra que dejó la catástrofe de BP. Foto AFP / Alex OGLE

En la playa de Waveland, en Misisipi (sur de Estados Unidos), un pequeño grupo de niños juega entre las manchas de petróleo heredadas de la marea negra. Tammy, una niña de cuatro años, sale bruscamente del agua: una bolita de alquitrán se le pegó a su pierna.


Bolsas de alquitrán y residuos de aceite se encuentran a lo largo de la playa. Foto AFP / Alex OGLE

«Apártate», grita la niña mientras intenta quitarse la mancha.

Tasha Rogers, una mujer encargada del grupo de niños, intenta limpiar la pierna de Tammy con una toalla, pero la mancha resiste. Rendida, la niña regresa al agua a lavarse mientras se cuida de la posibilidad de que aparezcan otros elementos indeseables.

Las playas de Misisipi fueron reabiertas al público esta semana. Sin embargo, la de Waveland, al igual que muchas otras, está casi desierta.

Hay más equipos de limpieza que turistas. Los limpiadores, enviados por el grupo BP, se pasean con rastrillos y bolsas de plástico. Levantan los pedazos de hidrocarburo y los guardan en las bolsas.

«No logro comprender cómo hay gente que permite que sus hijos se bañen en el agua», confiesa una mujer que pertenece a uno de los equipos de limpieza.

«Â¡El petróleo se ve, no es como si estuviera escondido!», agrega quien prefirió mantenerse en el anonimato pues dice que no tiene permitido hablar con la prensa.

Pese a que los turistas fueron autorizados a regresar a las playas, se les recomienda «evitar todo contacto con lo que pueda estar relacionado con el petróleo». Y la playa de Waveland está llena de manchas negras debido a la marea negra iniciada en abril, tras la explosión de una plataforma gestionada por la compañí­a británica BP.

«Tenemos suerte porque levantaron la prohibición hace algunos dí­as, y ahora podemos bañarnos», dice Rogers sonriendo. «Â¡Pero supongo que hay que estar un poco loco!», agrega.

Si hay locura, los profesionales del turismo querrí­an sin duda que esté mejor repartida. Las playas desiertas son la mayor preocupación de los cinco estados del Golfo de México pues sus economí­as dependen de los millones de dólares generados por el turismo.

En Waveland, el impacto de la marea negra, la peor de la historia de Estados Unidos, se siente más allá de la playa.

«Cerrado por el verano», se puede leer en las vitrinas de los vendedores de carnada, por ejemplo. Tanto la pesca como la gastronomí­a y la hotelerí­a fueron extremadamente afectadas por esta catástrofe. Tanto es así­, que el inmenso estacionamiento del casino alberga tan solo una veintena de vehí­culos. Y además, la mitad parece pertenecer a los equipos de limpieza.

De regreso a la playa, Jeremy Cahill, un habitante de Slidelle, en Luisiana, vino a constatar en persona los daños causados por la marea negra, y el trabajo de la gente encargada de limpiar las manchas de petróleo.

Su opinión es implacable: los limpiadores serí­an más eficazes si no se quedaran sentados sobre la arena. «No veo a nadie trabajar. Pero veo el petróleo», dice con amargura.