Aún faltan algunos meses para introducir en una ranura nuestro tan codiciado sufragio pero, a pasos agigantados y elásticos se alocan las ansias doncelliles de candidatos que, «en todo han coadyuvado» apasionada e incondicionalmente al país; un país con un acérrimo retraso en las más elementales necesidades de sus habitantes.
¿Hasta dónde debe inflarse Guatemala para que no reviente?, de tanto caos, divergencias y desunificación y no hablo de pluriculturismo (por qué ahí no nos globalizamos)? si no de pura sobrevivencia, mientras un enjambre de ambiciosos políticos enriquecen a las agencias de publicidad proselitista.
El arte de engañar se ha convertido en el único recurso de los aspirantes a la corona real, no hace falta ser miopes para no descifrar en sus ojos y pobres argumentos el intento de sofismo que los caracteriza.
Mientras llegan las alegres elecciones encontraremos en el camino distractores que saltarán como enanos de juegos electrónicos, que ocultan oscuras aberraciones dementes ágiles. Admírese: «Transmetro», «maras», «indeseables visitas presidenciales», «crisis bancarias», «decomisos piratas», «falta de efectivo», «el regreso del ausente quetzal», «quiebra de bancos», «manifestaciones», «la paz»…
El congreso debiera tener como prerrogativa «la consulta popular», para una mayor estabilidad emocional de un pueblo que sólo evoluciona en consumismo e ignorancia ciudadana, quien realmente es el que debe tomar las decisiones de sus propios menesteres, parece se viviera un anarquismo creciente. Sólo nos hace falta confesarnos porque de rodillas ya estamos.