Cuba abre su teatro a la emigración y Estados Unidos


Por primera vez en medio siglo de revolución, una obra de teatro escrita por un estadounidense hijo de cubanos y dirigida por un cubanonorteamericano, «El canto del pozo ciego», llega a las tablas en Cuba, ampliando el puente cultural tendido con Barack Obama en la Casa Blanca.


«Nos llevó mucho trabajo», dijo a AFP el director Jorge Luis Cacheiro, que salió de la isla a los cuatro años -a inicios de la revolución de Fidel Castro-, y quien durante una década hizo gestiones con Gerardo Fulleda, director de la compañí­a cubana «Rita Montaner», para traer una obra escrita en Estados Unidos a Cuba.

El proceso de destrabe incluyó presentaciones de obras cubanas en Estados Unidos, no sin pasar antes problemas legales. O en la isla guiones de cubanos de la isla montado por un emigrado, como Alberto Sarrain.

Pero «el canto del pozo ciego» logra abrir los cerrojos de los teatros de la isla a Estados Unidos. Un suceso cultural y polí­tico que atrae este mes a un nutrido público, incluida gente de teatro, cine y televisión, a la pequeña pero céntrica sala «El Sótano».

La obra aborda el arraigo y el desarraigo, la emigración, los valores y la necesidad de llegar a lo profundo de los sentimientos para conocer a las personas. Cuenta la historia de un niño que vive con su familia en un lugar remoto y su único amigo (secreto) en el fondo de un pozo, quien -tras cambiar ambos de posición- huye a la ciudad, aunque regresa.

«Escribo sin pensar mucho dónde se van a estrenar, pero que la casa espiritual de esta obra es La Habana: aunque tiene temas universales, algunos como la nostalgia, la rebeldí­a en contra de la autoridad, el querer partir y regresar a la misma vez», que tocan muy de cerca a Cuba, «, dijo Jorge Ignacio Cortiñas, joven dramaturgo nacido en Miami de padres cubanos, quien presentó a Cacheiro «El canto del pozo ciego».

Se trataba también «de introducir un tipo de teatro diferente»; en la isla hay desconocimiento y «hambre» del teatro norteamericano actual, dice Cacheiro, quien conoció a Cortiñas hace cinco años.

Sin relaciones diplomáticas desde 1961, Estados Unidos, donde viven 1,5 millones de cubanos y sus descendientes, y Cuba mantuvieron pocos intercambios culturales, pero durante el gobierno de George W. Bush estuvieron casi paralizados.

Cacheiro, profesor de la Universidad Estatal de Montclair, viajó en la última década varias veces a Cuba -donde tiene familia- «buscando la obra, el tiempo, la oportunidad, el apoyo».

Con Obama «la cosa empezó a moverse», dijo Cacheiro, y recibió apoyo de varias instituciones -incluso de algunas que se lo habí­an negado- en Estados Unidos, como su universidad, el Theatre Communications Group y la Andrew Mellon Foundation.

En Cuba ahora hallaron «un espí­ritu de colaboración y curiosidad fortí­simos», comentó Cacheiro, en referencia a las autoridades culturales y la gente de teatro.

«Es una forma de conocimiento, intercambio y, ¿por qué no?, de profundización en lo que nos une y la cosas que nos son comunes», dijo Fulleda, cuya compañí­a acogió la obra con un elenco formado por actores cubanos.

«Es el inicio de que un grupo de dramaturgos norteamericanos estrenen en La Habana y me parece que es una cosa de comunicación y de relación realmente muy estimulante», comentó a la AFP el experimentado dramaturgo Anton Arrufat.

Otra de las principales figuras de la dramaturgia cubana, Abelardo Estorino, opinó con picardí­a que «el diálogo siempre es importante, mucho mejor que los monólogos».

«Es un comienzo, espero que continúe», dijo el anfitrión Fulleda.