Una nota garrapateada e ilegible, un mensaje al celular, una llamada desde un teléfono público o desde un anónimo tarjetero, cualquiera de estos medios, según sea el mensaje, puede cambiar la vida de una familia hoy en Guatemala. Cada día el circulo de la violencia parece cerrarse más a nuestro alrededor, los lejanos hechos de violencia del pasado, perdidos en las montañas de Ixcán o en la selva de Petén, parecen haber acortado distancias y se mueven por calles y avenidas de la Ciudad.
La violencia no parece limitar sus formas de expresión: asesinatos, robos, secuestros y otros, aparecen como actos consumados que afectan a determinadas personas y crean un efecto público de zozobra, sin embargo, hay una peculiar forma de violencia que no se consuma, que solo con mencionarla causa sus efectos, La Extorsión. Sin lugar a dudas un mecanismo de violencia exento de riesgos para quienes la ocasionan y de difícil ubicación para quienes la persiguen, la extorsión se constituye en el mejor medio de lucrar con el temor de las personas, juega con nuestra natural aversión al riesgo y amenaza a nuestro entorno más cercano y querido, nuestra familia. Tratar de contener la extorsión y a los extorsionadores no es posible si no se parte de un análisis de los sujetos involucrados en la misma: a) Un sujeto pasivo, El Extorsionado a quien ubican, escogen o quien simplemente, para su mala fortuna, se cruza en el camino de los delincuentes, quien no tiene la capacidad económica para protegerse, fortaleza para enfrentar la incertidumbre de la amenaza o quien simplemente ha perdido la fe en la posibilidad de acudir a las autoridades, seguro de que su caso no será escuchado o atendido; b) Un sujeto activo, El Extorsionador, medianamente listo, pobre en principios, poco valeroso para tomar un riesgo alto, amante de pescar con trasmallo, lanzando cien amenazas para que alguna o algunas pesquen un incauto que caiga en sus redes y se convierta en su benefactor; y por último, c) Un sujeto colectivo, La Sociedad, volcada a atender sus intereses personales, tranquila, siempre y cuando el mal le toque a otro y no a uno, ajeno al problema… hasta que el problema no llegue a su puerta. En esa interrelación de personajes, la extorsión, sin lugar a dudas se consumará, hará cautivo al pasivo, rico al activo y un poco más pequeño al colectivo. Toca pues pensar en aquellas acciones a tomar, actitudes a inculcar y cambios en nuestra forma de pensar: a) Para el sujeto pasivo, comprender que el principio de todo extorsionador o delincuente es el amor al dinero fácil, si le gustara sudar para comer trabajaría, no se deje intimidar, el principio colectivo del rechazo a la extorsión empieza por la suma de todos los valientes que no se dejan intimidar, denuncie, acuda a las autoridades, es un derecho para Usted y una obligación para ellos, no puede decir que no funcionará hasta que no lo haya intentado; b) Para el sujeto activo, recuerde que lo que siembra cosechará, no está creando nada más que un mundo un poco más podrido, y tarde o temprano le pasará factura, porque será apresado, porque de victimario pasará a ser víctima o por que en la ley de la selva, siempre termina uno en los dientes del otro; y por último c) Para el sujeto colectivo, podemos ser la suma de todos los miedos, la suma de todos los valores o la suma de todos los cambios, en nosotros está el saber que de no hacer algo, eso sí, seguramente seremos el número siguiente de una estadística de extorsionados.