Que no le calienten la cabeza


Ayer, en un gesto de mesura, el Presidente habló de la difí­cil situación que se vive por la violencia y esos signos de terrorismo que marcan ahora la vida del paí­s, indicando textualmente que «tendré mucho cuidado de no exacerbar las cosas y ser muy prudente.» En realidad un estadista siempre tiene que tener esa actitud porque por principio se tiene que reconocer que cuando se trata de gobernantes, todas las expresiones tienen reacciones y consecuencias, aún aquellas que puedan soltarse a la ligera y sin mucho tiempo para la reflexión.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Yo creo que al Presidente le hace mucho daño el entorno del grupo de asesores más cercano que mantiene posturas de confrontación radical. Gente que no tiene disposición al diálogo y que ve micos aparejados en todo. Es ese grupo el que le ha metido en la cabeza la tesis de que toda crí­tica es parte de una conspiración, misma que posiblemente pueda existir, pero en la que no están metidos todos aquellos que se mantienen entre ceja y ceja de esos funcionarios y asesores. Un estadista tiene que rodearse de gente madura y sensata que haga interpretaciones correctas de la realidad. Lamentablemente no abunda esa gente porque mientras más madura y más sensata la asesorí­a, mayor tiene que ser la tendencia a decir las cosas sin tapujos y al margen de la lambisconerí­a palaciega de aquellos que mantienen su chance bajo la tesis de que más vale un chaquetazo a tiempo que ocho horas de servicio. A los mismos gobernantes no les agrada escuchar verdades y se sienten más cómodos oyendo todo el tiempo los elogios de los chaqueteros que abundan y han abundado en todos los gobiernos. La virulenta actitud de algunos funcionarios provoca reacciones porque es natural que cuando hay una agresión se conteste como corresponde. Creo que la falta de madurez de gente del entorno del Presidente le acarrea problemas porque es obvio que le calientan la cabeza con sus chismes e interpretaciones torpes de lo que está ocurriendo. Anteponen antipatí­as personas que puedan tener a cualquier enfoque serio que permitirí­a evaluar en su justa dimensión todas las crí­ticas, puesto que no cualquiera cosa que se dice en contra del gobierno es con el ánimo de fregar al mandatario, sino que son muchos los puntos de vista que se preocupan por el paí­s y tratan de advertir para provocar cambios de rumbo en cuestiones puntuales. Cuando el ingeniero Colom dice que tendrá cuidado de no exacerbar las cosas y ser muy prudente, da la sensación que no platicó previamente con sus asesores polí­ticos y de comunicación, puesto que esa actitud rompe con el molde que le imponen y que se puede apreciar en los programas de radio en los que los que van sembrando la cizaña son justamente quienes debieran de trabajar para evitarle problemas al mandatario, pero se empeñan en dedicar todo su esfuerzo por crearle anticuerpos. La situación del paí­s es difí­cil en el tema de la violencia y ese terrorismo que, sin duda, está latente. Justamente el gobierno puede contribuir a enfrentar el problema, pero también puede exacerbar las cosas con declaraciones poco prudentes y eso ha ocurrido en los últimos dí­as. Se pueden encontrar justificaciones diciendo que los otros no entendieron lo que se dijo, a manera de pretexto para no reconocer una garrafal metida de pata, pero cuando todo el auditorio entendió una frase en forma distinta a la que el emisor dice que dijo, es obvio que el problema no está en quienes interpretan, sino en quien habló. Mesura y prudencia siempre han sido caracterí­sticas propias de un estadista porque eso no quiere decir flojera, sino sabidurí­a para actuar y para hablar.