Música y violencia


En un mundo donde priva la violencia y el caos estresa nuestras vidas, nada mejor que la música.  La musicoterapia es nuestra salvación.  ¿Sorprendido?  Yo también lo estoy, pero es eso lo que nos aconsejan algunos psicólogos y expertos de espí­ritus: volver a la música, edulcorar nuestros oí­dos y sosegar nuestro espí­ritu.   

Eduardo Blandón

            La música es cuento viejo.  Pitágoras, por ejemplo, que vivió cinco siglos antes de Cristo, sostení­a que el mundo era ordenado y armónico.  Nada en él sobraba.  Era una especie de pentagrama en el que cada nota tení­a su lugar.  Su intuición exigí­a a sus seguidores llevar una vida frugal y apreciar la música que permite la liberación del espí­ritu.

            Rolando Benenzon, en su libro «Teorí­a de la musicoterapia», lo resume así­: «En las concepciones filosóficas procedentes de los Persas e Hindúes sobre el origen del cosmos y del universo se originó en principio, por el sonido emergido de las profundidades del abismo, convirtiéndose en luz, y que poco a poco esa luz se transformó en materia.  Pero esta materialización nunca fue total porque cada materia u objeto continúa reteniendo, en mayor o menor medida, parte de esa sustancia sonora originaria».

            Dicho en otras palabras, la música ha estado desde siempre con nosotros: desde los orí­genes del mundo.  Por eso he escrito antes que tenemos que volver a la música.  Ella nos hace ser mejor, nos apacigua y relaja.  Las investigaciones mismas atestiguan el valor de la música no sólo en la prevención de la violencia, sino en su tratamiento.

            Jacques Attali, economista, escritor y melómano francés, en un artí­culo publicado por la revista «Books», confirma que «la música sirve para canalizar la violencia».  Dice que, contra Jacques Derrida, la música aparece antes del lenguaje.  El canto fue probablemente, afirma, la primera forma de lenguaje con la emisión de sus ritmos y melodí­as.  «El sentido del mensaje musical no está compuesto de elementos significantes yuxtapuestos, es global. Robert Schumann escribí­a a este respecto: «La música habla el lenguaje general que agita el alma de manera libre e indeterminada».

            Sobre el tema «Música y violencia», Attali explica que la intuición la recogió de René Girard en su libro «La violencia y lo sagrado».  En éste se relaciona ruido y violencia tanto como música y orden.  «Cuando se dice: «la música endulza las costumbres», evocamos una realidad extremadamente profunda.  En el origen, la música es la puesta en orden de la anarquí­a, ella ha acompañado, en consecuencia, la función de lo religioso que ha canalizado la violencia».

            Como puede verse, la armoní­a proporcionada por la música rompe, casi por arte de magia, los impulsos violentos y condiciona un espacio para un ambiente distinto.  ¿No será mala idea volvernos melómanos y probar sus efectos en nuestra piel?  Deberí­amos experimentarlo para ver si hacemos un giro copernicano en nuestras vidas.          Â