El miedo como recurso


«Si antes la violencia polí­tica era un tema de conversación, hoy la violencia delincuencial es uno de los tópicos más importantes».

Carlos Figueroa Ibarra

Ricardo Ernesto Marroquí­n
ricardomarroquin@gmail.com

Para garantizar el orden existente, en Guatemala cualquier recurso es pertinente. La violencia y el terror son mecanismos que nos han aletargado, y el miedo a morir se ha convertido en un miedo que nos impide pensar, criticar, hablar, sentir y ser.

Documentos de la verdad no mienten al dar cuenta que durante el conflicto armado interno los gobiernos militares que asolaron la polí­tica nacional, y que respondí­an a los intereses del capital guatemalteco, no permitieron ningún tipo de crí­tica a su mano dura, y la mayorí­a de las voces fueron silenciadas a sangre y plomo.

La Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), por ejemplo, da cuenta que 626 aldeas fueron destruidas como consecuencias de masacres, más de 250 mil personas fueron asesinadas, y alrededor de un millón y medio se desplazaron como una lucha de sobrevivencia ante la represión militar. La excusa del Estado ante tanta muerte, era la supuesta amenaza comunista que Estados Unidos veí­a en sus paí­ses periféricos. Murieron abogados, sindicalistas, campesinos y estudiantes que luchaban por la construcción de una verdadera democracia.

Ahora, a casi catorce años de la firma de los Acuerdos de Paz, tenemos una sociedad que puede caracterizarse de cualquier forma, menos de pací­fica. Recientemente, varias granadas han sido lanzadas al interior de buses urbanos; ya se registran personas muertas y heridas ante estos hechos.

Si bien es cierto que el Gobierno de ílvaro Colom ha hecho poco por garantizar la paz a nuestra sociedad, no se puede ignorar que estas agresiones parecen actos de violencia polí­tica antes que delincuencia común. Tampoco que nos vengan con el cuento que esas granadas y las demás muertes no son más que reacciones del crimen organizado ante los supuestos avances del Gobierno en materia de seguridad.

Parece más bien que la idea es sembrar el miedo y el terror. ¿A quién no se le pone los pelos de punta al pensar que es necesario utilizar el transporte público? Con estas acciones no hacen más que taparnos nuevamente los ojos a las causas profundas de estos hechos.

Estamos tan preocupados por la violencia que olvidamos, por ejemplo, que en nuestro paí­s los derechos laborales no se cumplen y que los finqueros y maquileros explotan la mano de obra de familias enteras con total impunidad. Se nos olvida que Guatemala es uno de los paí­ses más desiguales de la región, es decir, que muy pocos concentran mucho, y los muchos, muchas veces no tienen ni para comer. La violencia nos impide ver que somos una sociedad machista y que las mujeres aún se encuentran en una situación de desventaja frente a los hombres. ¿Es necesario mencionar más situaciones perversas?

La violencia y el terror, entonces, son otras formas de control. El miedo es un recurso que le ayuda al grupo de poder tradicional a que cumplamos con nuestra tarea como simples peones de su gran finca y que reproduzcamos este sistema de violencia que es el capitalismo.

Lo peor, es que estamos tan persuadidos que la violencia es nuestro principal problema que los argumentos a favor de la seguridad a través de la militarización y la mano dura ganan espacio entre la ciudadaní­a que votará en las próximas elecciones.

Pareciera que en vez de avanzar hacia una sociedad más justa, estamos pidiendo a gritos la vuelta de estrategias de represión. Sin duda, son importantes acciones urgentes que garanticen nuestro derecho a la vida, pero no podemos quedarnos cortos pensando que la gente es «mala» sólo porque sí­. Hay causas de fondo, que pasan por ambiciones de poder económicas y polí­ticas de varios grupos que luchan por hacernos pensar que es mejor quedarnos en casa y no decir nada, en vez de morir.