Carlos René Garcí­a Escobar: ¡Casi feliz…! Confesiones


POR EDUARDO BLANDí“N

Ignoro desde cuándo ha estado de moda el género autobiográfico, pero tengo la certeza de que hay lectores sensibles a este tipo de trabajos. Al visitar una librerí­a, el observador atento, se puede dar cuenta de que la producción editorial en esta lí­nea es abundante y los potenciales compradores se amontonan curiosos en los anaqueles.


No dudo en este sentido, que el libro de Carlos René cautive a los bibliófilos y despierte el ánimo de los curiosos, ambos interesados en conocer las famosas «confesiones» del autor. Aunque, digamos la verdad desde ahora, el tí­tulo es engañoso desde la primera hasta la última letra.

Engañoso porque el libro no deja la sensación de que el antropólogo sea «casi feliz». Si bien hay un itinerario en donde eventualmente hay dificultades, el escritor suele salir bien parado frente a la adversidad y se muestra satisfecho por la obra realizada. Es más, a veces se pinta como un héroe extraordinario, al que difí­cilmente se le ve vencido por el infortunio del destino.

A lo largo del trabajo, por ejemplo, se encuentran expresiones en las que el autor manifiesta el orgullo por su sólida formación: estudioso del latí­n, filosofí­a y antropologí­a. Citas (cartas) exaltantes de la personalidad del protagonista, las de Celso Lara y René Leiva, por ejemplo. Sentido de heroí­smo al participar en la lucha guerrillera. Y cierta conciencia de falta de reconocimiento por su gran aporte a la danza guatemalteca.

¿Confesiones? También es exagerado. El libro apenas es una revisión superficial de la vida propia y se confina en la meditación de su travesí­a intelectual. La prueba está a la vista desde el principio. Ya en la página siete, por ejemplo, aparece hecho un hombre y la primera foto lo muestra sentado en un aula universitaria. La vida del autor vuela. En una página es bebé y en la siguiente ya estudia latí­n en el Seminario.

De su infancia, apenas dice: «Mi niñez transcurrió en un lugar campirano que muy pronto se urbanizarí­a. Alrededor de la casa donde empezamos a vivir, en 1955, estaba el campo traviesa con viviendas pobres desperdigadas por toda la extensión de la que serí­a la hoy populosa Colonia La Florida, en las afueras de la ciudad de Guatemala (…)». Eso es todo, en el mismo párrafo es seminarista y en el siguiente deja su aspiración de buen pastor. «Pero el despertar natural de mi naturaleza masculina me mató la vocación sacerdotal. Aparte de que empecé a pedir a los nuevos bibliotecarios libros de Jean Paul Sartre y de Albert Camus destinados a las lecturas de los seminaristas del seminario mayor, me empezaron a gustar las mujeres y se me presentaron los amores platónicos y eróticos uno tras otro».

El problema del libro es que el tí­tulo induce a error porque un lector acostumbrado a «confesiones» de verdad, y no pensemos en las clásicas de san Agustí­n o Rousseau, por ejemplo, sino en relatos autobiográficos como las de Bill Clinton, Georges Simenon o Margaret Mead, sin duda se defrauda frente a un trabajo de esta naturaleza.

Al trabajo del intelectual le falta una introducción, advirtiendo al lector qué puede esperar del texto. Eso aplacarí­a las falsas expectativas del interesado, prepararí­a la lectura y lo exculparí­a no sólo de una aparente tomada de pelo, sino de una crí­tica de repente ociosa e innecesaria.

Por otro lado, aun y cuando hay en la obra del Carlos René un «racconto» biográfico, la pluma, la prisa y/o la desatención lo traicionan. Esto se evidencia en relatos abundantes e innecesarios (para lo que se espera) sobre todo cuando invierte mucha tinta en la danza. Aquí­ se vuelve generoso y cual si estuviera instruyendo al lector en la naturaleza de las danzas guatemaltecas, dedica excesivas páginas en algo que el lector no esperarí­a, al menos en este tipo de trabajo.

Con todo, y no para no ser cruel, hay que decir con honestidad que el libro no carece de valor. Carlos René Garcí­a tiene la virtud de escribir bien y gracias a ese talento, su narración permite una aproximación gozosa y deleitable. Es un fluido constante de hechos narrados de tal forma que impide absolutamente el sueño y la indiferencia.

Carlos René es un orfebre de vieja data que conoce los recursos de la escritura, tiene inspiración y un diablo con el que normalmente seduce a quienes se acercan a su trabajo. No es gratuito que sea uno de los escritores más conocidos en el paí­s y un invitado frecuente a conferencias de todo tipo: literatura, antropologí­a, polí­tica y filosofí­a. El libro, este un plus, es producto de una beca en los Estados Unidos.

Otro elemento relevante consiste en la sinceridad de sus páginas. El autor no hace guiños a la hipocresí­a ni esconde sus sentimientos. Transmite la vida tal y como la siente. Quiere ser cristalino y evoca sus recuerdos sin pretensiones ocultas. Esto es digno de reconocimiento en un mundo privado de honestidad y mendaz.

Vale decir por último, que la obra ha sido respaldada por las editoriales Cholsamaj y PEN Editores, lo que evidencia un espaldarazo de sellos que normalmente protegen el prestigio de sus trabajos. A decir, de algunos, es el primer libro publicado por el PEN Guatemala y esto, hay que decirlo, tiene su mérito también.

El libro puede solicitarlo en Editorial Cholsamaj o comprarlo en la Feria del Libro.

Autor: Carlos René Garcí­a Escobar

Tí­tulo: ¡Casi feliz…! Confesiones

Paí­s: Guatemala

Editorial: Cholsamaj, Pen Guatemala

Género: autobiografí­a

Año: 2009

Páginas: 144

ISBN: 978-99922-53-74-8