Esta semana se conoció la condena contra los autores materiales del crimen que más ha conmocionado a la sociedad guatemalteca: el Caso Rosenberg, el cual, como muchos han señalado -a veces para demeritar las investigaciones, otras para emitir su asombro por los hechos- tiene una trama para novela, televisiva o literaria, o bien da hasta para llevarla al cine. Nunca ante un crimen había tocado las fibras de la sociedad guatemalteca, en especial la capitalina.
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Como se ha dicho, la hipótesis de la autoría material ya ha sido comprobada y los asesinos y cómplices fueron vencidos ante la justicia. Y por muy extraña que parezca la trama, la Fiscalía ha logrado comprobar una historia que ni el mismo Sherlocks Holmes se hubiera imaginado resolver; la realidad superó a la ficción.
Tal como refería Carlos Castresana, jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) -ahora esperando nada más su reemplazo para abandonar el cargo-, tal pareciera que los motivos que impulsó a Rosenberg el haber planificado su muerte tenía fines nobles, y era el de sacudir a un país y motivar el levantamiento contra el Gobierno, a quien él consideraba como el responsable de un asesinato.
Tras el asesinato Rosenberg, sobrevino una etapa de muchas sorpresas para el país. Por primera vez, se observaba a las capas medias altas y altas participar en una manifestación masiva, y el Gobierno, a pesar de la presión, se mantuvo aferrado a la institucionalidad, apelando su inocencia.
Este asesinato, si bien me permitiesen decirlo, no hubiera sido lo mismo si no estuviéramos viviendo el clima de inseguridad e impunidad que actualmente se sufre y padece en el país, y el video que dejó Rosenberg fue el detonante para que toda Guatemala, o al menos los sectores influyentes, hicieran un alto y se reflexionara sobre el acontecer nacional.
Decía Federico García Lorca, el poeta y dramaturgo español asesinado extrajudicialmente durante la Guerra Civil española, que el teatro era una de las formas culturales y artísticas que tocaban más a la gente. Pero lejos de la comedia ligera que predominaba en aquel tiempo en la España de la guerra, el poeta decía que era tiempo de tragedias.
LA TEORíA DE LA TRAGEDIA
La tragedia griega está estructurada siguiendo un esquema rígido, cuyas formas se pueden definir con precisión. Se inicia generalmente con un prólogo, que según Aristóteles es lo que antecede a la entrada del coro. Las características generales son que se da la ubicación temporal y se une el pasado del héroe con el presente, pueden participar hasta tres actores, pero sólo hablan dos y el otro interviene o puede recitar un monólogo. Se informa al espectador del porqué del castigo que va a recibir el héroe y en esta parte no interviene el coro.
Prosigue la párodos que son cantos a cargo del coro durante su entrada en la «orchestra» ????????, por el lateral izquierdo. En esta parte se realiza un canto lírico, donde se dan danzas de avance y retroceso; se utiliza el dialecto ático, más adecuado a los cantos corales debido a su musicalidad.
Luego comienzan los episodios que pueden ser hasta cinco. En ellos hay diálogo entre el coro y los personajes o entre personajes; es la parte más importante por ser la dramática por excelencia y expresa el pensamiento e ideas del personaje. Entre los episodios se hallan los estásimos, que son intervenciones del coro en las que se expresan las ideas políticas, filosóficas, religiosas o morales del autor.
Por último, el éxodo es la parte final de la tragedia, hay cantos líricos y dramáticos; el héroe reconoce su error. A veces es castigado con la muerte por los dioses y es allí donde aparece la enseñanza moral.
En términos esenciales, una tragedia es la forma de teatro, surgido en la Grecia clásica, en la que un personaje cae en desgracia, ya sea por decisión de los dioses, del destino o de cualquier otra fuerza.
Una tragedia, hablando teatralmente, necesariamente sobreviene sobre un personaje que se aleja de los patrones o leyes que rigen a la sociedad. Para algunos autores de la Grecia clásica, esta ley eran los designios de los dioses; para otros, eran las leyes naturales (es decir, las consuetudinarias) de la sociedad, o bien, para otros, otras fuerzas, como la moralidad, entre otras.
Por ejemplo, las tragedias de García Lorca se basan en el rompimiento de las leyes de las sociedad, por dejarse dominar por la pasión. En Grecia, el personaje en desgracia usualmente se dejaba dominar por el poder, la soberbia y/o la avaricia.
Según la teoría de la tragedia, un personaje -que inicialmente se presenta como un ciudadano modelo- cae presa de una fuerza que lo corrompe (pasión, abuso de poder, etc.) y rompe una de las leyes que rige a la sociedad, a la cual se le denomina rompimiento del flujo trágico. Pese a que toma ventaja en la trama, debido a que rompe esta Ley para su beneficio, al final el destino termina cobrando venganza. Habitualmente, la tragedia alcanza su clímax en la anagnórisis, es decir, cuando el personaje principal descubre a la persona que daña o que oculta su secreto (como cuando Edipo descubre que se casó con su madre), entonces el personaje principal empieza a recibir su castigo, ya sea por la fuerza del destino o por autoflagelo.
El efecto que esta parte tiene sobre el espectador es que observa la desgracia en que cae el personaje que rompió una ley de vida, y con el castigo, el observador de la escena percibe una catarsis, que es la purificación del alma.
Por ello, para García Lorca, era necesario que en su España decadente se produjeras tragedias nacionales, para que los espectadores sufrieran las catarsis, y se motivara un cambio hacia el bien. Y como parte de su aporte, escribió tres tragedias españolas: «La casa de Bernarda Alba» (una mujer que quiso mantener en encierro a sus hijas jóvenes); «Bodas de sangre» (una pareja que muere por dejarse llevar por la pasión sexual) y «Yerma» (el drama de una mujer estéril).
Analizando la situación de decadencia en la que se encuentra Guatemala, cabría preguntarse: ¿deberíamos buscar tramas para nuestras propias tragedias nacionales? Quizá el Caso Rosenberg podría ofrecernos una idea.
FENí“MENO DE MASAS
La tragedia antigua no era solo un espectáculo, como lo entendemos hoy, más bien se trataba de un rito colectivo de la polis. Se desarrollaba durante un período sagrado en un espacio consagrado (el centro del teatro se hallaba el altar del dios). El teatro asume la función de caja de resonancia para las ideas, los problemas y la vida política y culturales de la Atenas democrática: la tragedia trata de un pasado mítico, pero el mito se vuelve inmediatamente metáfora de problemas profundos de la sociedad ateniense.
Respecto de lo anterior es emblemática la tragedia Los persas de Esquilo: la historia está ambientada en el palacio de Susa, capital del Imperio persa, donde desde el principio una serie de oscuros personajes, incluso el fantasma del difunto rey Darío que acusa a su sucesor, Jerjes I, de haber pecado de soberbia, es el preludio de una gran catástrofe, anunciada al final por un mensajero que, con dramatismo extraordinario, cuenta como la tropa persa es destruida en la Batalla de Salamina.
La tragedia (la única de argumento histórico llegada hasta nuestros días) fue representada en el año 472 a. C., ocho años después de la Batalla de Salamina, mientras la guerra contra Persia continuaba: la voz de Esquilo fue entonces un fuerte instrumento de propaganda, tanto fue así que el corego, esto es el que costeó la escenificación de la obra, fue Pericles.
¿Una tragedia de argumento mítico de éxito, pero como vehículo de mensajes de relieve de interés civil y social implica al público tanto desde un punto de vista partícipe como difuso? Aristóteles responde a esta pregunta formulando el concepto de «catarsis» (????????, purificación), según el cual la tragedia pone ante los hombres los impulsos pasionales e irracionales (matricidio, incesto, canibalismo, suicidio, infanticidio…), que se encuentran, más o menos conscientes, en el ánimo humano, permitiendo a los individuos desahogarse inocuamente, en una suerte de «exorcismo» en masa.
LA TRAGEDIA EN EL CASO ROSENBERG
Rosenberg, como todos sabemos, era un ciudadano respetable, un abogado prestigioso, y muy querido entre familiares y amigos. Su fin, aparentemente, era noble, ya que él consideraba que con su inmolación podría motivar un cambio en lo que él consideraba hacer justicia, luego de que se diera por vencido y considerara que no podría hacerlo con los medios tradicionales; necesitaba un cambio.
Al estilo de un Hamlet (tragedia de Shakespeare, en la que el personaje quiere vengar la muerte de su padre), empieza a actuar sin que nadie sospeche qué era lo que tramaba. Según los testimonios, ni sus allegados ni trabajadores podían suponer que estaba tramando su propia muerte. De hecho, los mismos sicarios que fueron condenados esta semana, confesaron que les habían dicho que la víctima era un supuesto extorsionador que coaccionaba contra Rosenberg.
El punto del clímax (aunque éstas son hipótesis que no han sido corroboradas en un juicio) sus colaboradores y sus primos, que le habrían ayudado, sin saberlo, a planificar su inmolación, se habrían conmocionado al darse cuenta de que no había tal extorsionador, sino que la víctima fue él.
Muchas críticas vinieron después hacia el mismo Rosenberg, cuando se lanzó la hipótesis, de que cómo podría él tener fines nobles si hundió a sus familiares. Y esto carece de fundamento, principalmente porque el abogado no se imaginó nunca de que su plan sería descubierto.
Además, desde el punto de vista trágico, los hermanos Valdés Paiz, hoy día ligados a proceso por complicidad en este caso, habrían inflingido las leyes penales al haber colaborado presuntamente en la contratación de sicarios. Es decir, que no importa si fueron cómplices de la muerte de Rosenberg o un extorsionador; simplemente rompieron el flujo trágico, y su anagnórisis fue el descubrir que había sido contra su familiar.
Pero más que lo policiaco de esta trama, la historia que se conoce hasta el momento en el Caso Rosenberg nos deja lecciones importantes. Por ejemplo, como ya mencioné, por primera vez en muchos años calentó la sangre de los guatemaltecos, y gracias a él salimos de este adormecimiento en que estábamos y que había propiciado el clima para la impunidad.
También podría dejar lecciones para los implicados, aunque sea en forma indirecta, de que cualquier rompimiento del flujo trágico (llamado hoy día y comúnmente como «cometer un delito») tiene consecuencias, y nos enseña que no estamos exentos de castigo, aunque vivamos en un país que sólo resuelve el 0.25% de los crímenes.
Algunas personas tratan de deslegitimar las investigaciones sólo porque este caso tiene mucho de novelesco, pero eso es cuestión de la justicia discernir de una hipótesis falsa de los hechos corroborables. Como espectadores de esta tragedia nacional, no nos queda más que observar y padecer nuestra propia catarsis.
Previo al Caso Rosenberg, había determinado que se podían encontrar fuente para tragedias nacionales en algunos pasajes de la historia de nuestro país.
La tragedia clásica muchas veces tenía asuntos históricos y míticos. A mi parecer, Guatemala tiene un gran legado de historias que producen reflexión con solo leer una reseña breve. Además de la historia de Rosenberg, me parece encontrar elementos en otras cuatro historias:
1. Kaibil Balam: caudillo mam, que ante la amenaza española de la conquista, se unió al pueblo k»ich»e. Era una gran estratega bélico, por lo cual diseñó una estrategia para que la nación k»ich»e pudiera defender la invasión. Al fallar esta estrategia, solo quedó en claro que era un enemigo a vencer. Los españoles, comandados por Gonzalo de Alvarado, sitiaron Zaculeu, la ciudad mam. Kaibil Balam y su pueblo no fueron vencidos; por la falta de comida, Balam se rindió y salió casi desnudo, ya que sus ropas fueron comidas por el hambre, y lloró ante los españoles. Como parte de mi propuesta, esta tragedia ya la tengo escrita en forma teatral.
2. La Sin Ventura: esposa de Pedro de Alvarado; su esposo murió, quedando ella como gobernadora del Reino de Guatemala. Por esta desgracia, se autonombró la Sin Ventura, que luego se justificará por su sino trágico y morir a los pocos días en un deslave producido por el volcán Hunahpú, ahora llamado volcán de Agua. Esta obra ya ha sido escrita en forma literaria, entre las que resalta «La Sin Ventura» de Carlos Solórzano (teatro), aunque también ha habido versiones poéticas (Alaíde Foppa) y en narrativa (José Milla).
3. Atanasio Tzul: tras los movimientos libertadores en América, que reclamaban su derecho a regirse por la Constitución de Cádiz, muchos intelectuales encontraron su fundamento en ésta. Sin embargo, en Guatemala no se produjo este movimiento a tiempo, hasta que Atanasio Tzul declarara que desconocía al Rey de España, y se nombraba él mismo rey. Atanasio Tzul y su pueblo se sublevaron sobre todo porque se negaban a seguir pagando impuestos. Dos meses después, Tzul era conducido preso con pena de muerte, aunque después se le conmutó.
4. Manuel Tot: ante las reuniones para lograr la independencia de Centro América, Manuel Tot prometió una gran marcha con indígenas q»eqchi»es desde Cobán para el día en que se firmaría la emancipación. Pero, en una reunión donde salieron huyendo por presión española, Manuel Tot huyó y ya no se produjo la marcha. Años después, Manuel Tot en sagrada confesión dijo esto un sacerdote, quien después lo traicionaría, pese al secreto de confesión y fue arrestado.
5. Jacobo írbenz: aunque mucho se ha hablado de este personaje por sus reformas que beneficiaron a muchos campesinos y obreros, írbenz fue obligado a renunciar de la Presidencia. Cuando buscó el exilio en México, fue obligado a desnudarse.