La Virgen del Carmen en Guatemala


La Virgen del Carmen tiene un arraigo muy profundo en Guatemala desde el siglo XVII, cuando una imagen de la Virgen, donada por Santa Teresa de Jesús, fue traí­da al Reyno de Guatemala, en particular al valle de Las Vacas, por el ermitaño Juan de Corz. Por aquel entonces, ni se soñaba en trasladar la capital a estos paradisí­acos lares.


A la Virgen del Carmen, imagen de corte renacentista temprano, le fue erigida una iglesia-fortaleza en 1620, en la cumbre de un Cerro encantado ubicado en el centro del valle, que desde entonces se llamó Cerrito del Carmen. Desde 1776 ha acompañado a los habitantes de la Nueva Guatemala de la Asunción, después de la destrucción y traslado de la ciudad de Santiago por órdenes del Rey don Carlos III. Y desde entonces, se convirtió en la Patrona de la nueva urbe: de la Nueva Guatemala de la Asunción.

La vida de la Virgen y del Cerrito del Carmen, están indisolublemente ligadas con la Nueva Guatemala de la Asunción. Por eso, cuando fue robada de su camerino, a los novaguatemalenses nos robaron el alma; nos habí­an quitado parte de nuestra identidad.

Recuperada con serios daños y lesiones en su conjunto original (pérdida de la chispa y corona original además de varios rostros de ángeles adheridos a la escultura), la Virgen comenzó un proceso de restauración que fue interrumpido durante la celebración de julio de 2003 y nuevamente, en los talleres del IDAEH, el trabajo culminó en noviembre del mismo año. Fue una ardua tarea en la que se recuperaron los faltantes y se volvió a encarnar y dorar las áreas seriamente afectadas, proporcionándole la oportunidad de permanecer muchos años más junto a sus devotos y los amantes del legado cultural que posee el bien llamado Valle de la Ermita. Sirvan estos apuntes a vuelapluma, para entender todo el significado de la Virgen y la Fiesta del Carmen en el mundo Cristiano y en Guatemala.

En el mes de julio, el dí­a 16, se celebra la memoria de Nuestra Señora del Monte Carmelo, una fiesta surgida el siglo XIV entre los carmelitas (Orden que encuentra sus orí­genes en los eremitas que se reunieron en el bí­blico monte Carmelo), con la intención de honrar a la Virgen por todos los beneficios concedidos a su Familia religiosa. Tardí­amente se quiso que fuera una conmemoración de la aparición de la Virgen a San Simón Stock. En aquella ocasión la Virgen habrí­a consignado al primer General de la Orden, el famoso escapulario del Carmelo, el cual, según una presunta bula del Papa Juan XXII, estarí­a dotado de virtudes sorprendentes.

Dejando aparte el fundamento histórico de tales acontecimientos, permanece el hecho de que la rápida difusión de las cofradí­as del escapulario permitió a esta fiesta tomar cada vez mayor arraigo: después que en 1600 el cardenal G. Bellarmino hiciera una relación favorable, fue declarada patronal para toda la Orden carmelita y elevada a la categorí­a de primera clase, con vigilia y octava. Después de esto, no tardó en ser celebrada también fuera de la Orden, extendiéndose paulatinamente de Diócesis en Diócesis; aún más, de nación a nación, con el tí­tulo de Conmemoración solemne de la bienaventurada Virgen Marí­a del Monte Carmelo.

Después de atravesar por diversas vicisitudes, su Santidad el Papa Benedicto XIII, con un Breve del 24 de Diciembre de 1726, extendí­a la fiesta a toda la iglesia latina, introduciendo, sin embargo, en las lecturas históricas del Oficio (referentes a los acontecimientos milagrosos recordados más arriba), la cláusula ut pie creditur, es decir, que lo que allí­ se narraba estaba basado en una pí­a creencia.

En la Reforma Litúrgica de 1960 esta fiesta habí­a sido reducida a una simple conmemoración; en cambio, en el actual Calendario romano ha sido renovada, si bien como memoria facultativa, porque -según la Marialis cultus- se trata de una de las fiestas que, celebradas originariamente en determinadas familias religiosas, hoy, por la difusión alcanzada, pueden considerarse verdaderamente eclesiales.